(De la obra “El odio no de escribe” Edición julio 2011)
Por Helen Fares de Libbos
Aquel día, dueña de mi misma, me sentí poderosa.
No estoy muerta, estoy en este mundo y en los libros que escribo quedará mi espíritu vivo para siempre.
El libro es una voz viviente, es una inteligencia que nos habla y nos escucha.
Leo mucho porque en toda lectura encuentro compañía y es la única manera de encontrar lo que otros no supieron hallar en ellos.
Hay que recordar que nuestros pensamientos, sentimientos, sabiduría y experiencia del pasado son los que han creado nuestro mundo actual.
El futuro tiene muchos nombres para los débiles.
Ni con un acto de locura mía, hago desaparecer mi poder, mi embrujo, o eliminar mi encanto diario.
Mejor sorprendo a los demás con detalles y actitudes sanas y positivas de mi vida, en las cuales quiero actuar con más libertad e independencia, pero no puedo, todavía no es el momento, la responsabilidad pesa sobre mí. A diario busco amigos y amigas para involucrarlos en mis planes de trabajo y llenarlos con mi sana energía.
Con la paz voy mucho mejor, que en la guerra que se me presenta en la vida.