De la obra” MEMORIAS DEL ALMA”. La tierra prometida del profeta. Edición mayo de 2018
Por Helen Fares de Libbos.
Apenas alcanzo a recordar detalles de mis primeros años que transcurrieron al lado de mis abuelos paternos.
En una familia numerosa de ocho hijos, seis mujeres y dos hombres, fui la mayor y la consentida de mi abuelo que compartió conmigo sus facultades sanadoras derivadas del estudio de las plantas.
Debido a mi estrecha relación con él, su muerte fue un duro golpe que me abatió, pero a pesar de mi corta edad, logré sobreponerme y decidí avanzar en la vida bajo mi propio criterio.
Apenas había superado este dolor, cuando un nuevo desastre cayó sobre mi familia. Aficionado a los juegos de mesa, mi padre perdió toda su herencia y entonces, la estrechez económica se presentó y su familia compuesta de ocho hijos sufrió terribles consecuencias. Ante este panorama desalentador, censuré la irresponsabilidad de mi padre no lograba conseguir nuestro diario sustento y alarmada, reproché la actitud sumisa de mi madre que era incapaz de protestar.
Mi única solución fue refugiarme en Dios y pedirle protección y orientación para salir de problemas. Mi mente comenzó a ordenar ideas y durante las noches, soñaba que veía una pared con las palabras:
“Usted puede, empiece y realice”.