Por Jorge Enrique Santacruz.
No se sabía de donde venían, ahora sí; huyendo. También ahora vengo saber que tenían nombre y apellidos, y que no hay diferencia entonces; entre negros, indios, blancos y ellos, solo somos razas diferentes.
De cuando en vez se aparecían por la ciudad y recorrían sus barrios y calles – las populares – eran ellos, unos personajes pintorescos a los cuales se les llamaban; gitanos. Y hasta miedo producían. Tenían un raro tufillo, que no se sabía que era. Y sus mujeres; usando coloreadas faldas, bufandas alrededor de sus cuellos, y sus cabezas cubiertas de pañoletas, le daban a sus preciosos rostros un aire de misterio.
Y era como ver al diablo. Ahora me vengo a dar cuenta que también pueden haber diablas. Sus pies calzados con sandalias que con las amplias faldas les daban un aire ligero al caminar. Flotaban o eso se creía. Y no andaban solas, siempre en grupo, ofreciendo algo más misterioso aún; adivinar la suerte. ¿O era el futuro? Pero de lo que hablaban era del pasado. A la hora de la verdad; eso era pasado, presente y futuro. ¿O como se podía entender que en la palma de la mano, en las líneas de ella, estuviera escrito el pasado y el destino? Todo a la vez. Que verraquera.
Yo le pregunté a una gitana
Queriendo saber mí destino
Si tu cariñito y el mío
Habrían de encontrarse
En el mismo camino
Leyendo la palma de mi mano
Me dijo que te encontraría
Por eso te he estado buscando
De noche y de día hasta que te hallé
Y si a mí tú no me quieres
Te quiero a ti yo
En la palma de mano
La gitana lo leyó
Ese destino que da para tantas cosas, hasta para arrancárlo, como lo muestra la magnífica y poética instalación de Juliana Santacruz: “arrancando destino” que en la presentación de la obra dice:
Me miro la palma de la mano y trato de leer
en ella algo que me diga que me resigne, que
así es mi destino. Y vuelve a mí un recuerdo de
infancia… saco el pegante, me lo echo en la mano,
espero a que se seque, y me arranco el destino.
Oyéndolas, porque lo normal era oírlas, no había lectura de manos en donde no se hablara o se preguntará por el amor y la fortuna, por ese amor que da y quita la vida, que la sostiene, ¿cierto Ismael?
Le di la mano a una gitana ayer
Para saber de mi buena fortuna
Me dijo; tú tendrás amores
Pero fortuna no tendrás ninguna
Porque en la palma de la mano está
Que muy claro leo que serás feliz
Serás feliz, con tus amores
Aunque se burlen sin piedad de ti…
Y todavía me pregunto si alguna de esas gitanas sabría mi futuro ¿y me querrán?