A mi padre
Por Jorge Enrique Santacruz
Qué pensó señor Covid, ¿qué iba a acabar con los sueños, con los recuerdos, con las tardes y tardes en que se dejaban volar las ilusiones y las fantasías por el cielo? Pobre señor Covid… Usted no sabe lo que es eso. Es como tratar de cambiarle el escudo a la “Divina Divisa” y me refiero a la mecha, ¡con eso no se juega!
¿Creyó que acabaría con el bronceado de la cara puesta al sol, con la sensación del viento en las espaldas, con la mirada puesta en el cielo y el orgullo de llegar más lejos? Usted ni se imagina como es. Aquello… lo de volar es adrenalina pura, es tradición, algo que usted no sabe.
Que va saber de los vientos y las brisas que circulan por el cañón del Dagua o de cualquier región por donde sopla el viento. ¡Qué pena! de eso usted no sabe nada.
O ¿usted sabe que para ello hay que corretear y tener a alguien que la sostenga, o que ese soltar y halar en el tiempo preciso es parte vital para el inicio de la fantasía pura? O tal vez, ¿sabe de las voces de mando? “suéltele que le está pidiendo pita”, “suéltele un poco, no tanto”, “¡hale, hale!, recoja, que no se enrede” … “suelte, suelte; ¡ahí! se acabó” usted que va saber de esas expresiones, o de la famosa “suéltele que le está pidiendo piola”.
O de que si está cabeceando; necesita cola, o tiene mucha o está muy pesada; todo un arte de incipiente ingeniería. De eso usted no sabe nada.
O ¿usted piensa que para escoger como iba a ser su tamaño, diseño y forma, de si zumbaban o no, no era planificado? O ¿no cree que diseñar su estructura, buscar la guadua, cortarla, pulirla y armarla no era una tarea por demás mágica y científica?
¿Usted cree señor Covid que uno se olvida de los momentos en que se compartía con los padres, parientes, vecinos o amigos? o ¿que comprar el papel, moler la yuca, cocinarla en agua caliente para hacer el engrudo y buscar el bijujo para pegar el papel no era ciencia? Ciencia primitiva, pero, aun así; ciencia. Eso era coger y hágale. ¿Cuál Colbón?
¿Y de la piola qué? Para la piola había que comprar las madejas, buscar el palo para envolverla y hacerlo en la justa medida, eso también era un cuento aparte. ¿O que piensa de ello?
¡Ah!… señor Covid por ultimo, le voy a contar dos cosas importantes; La primera, no se necesitaba un lugar especial para hacerlo, cualquier peladero era bueno para ello. Y mejor si se salía con la familia de paseo para llevarla. Y la segunda; era tal ansiedad con que se esperaba que desde el mes de Julio se empezaba a ahorrar, para que cuando llegara agosto con sus vientos y alegría, uno decía: ¡llegaron las cometas!
Ahora no es lo mismo, se acabaron los preámbulos, los sitios son escogidos, y hasta se paga por ellos. Pero las cometas siguen ahí, pura recreación familiar. Usted no venció señor Covid.
Las cometas son como las ilusiones; hay que echarlas a volar.