CIUDAD Y SENTIMIENTO: Una carrera al cielo

Por Jorge Enrique Santacruz.

Si por la quinta estás pasando…por la octava…estás entrando. Porque para llegar al cielo no se necesita de una escalera grande y otra chiquita, como dice La Bamba, sino de la Octava. ¿O sobre la octava no estaba el Séptimo Cielo? preámbulo de los distintos cielos que se encuentran en Cali, pero todos teñidos de rojo en homenaje al más grande; al de la Divina Divisa.

Y es que en la puerta de entrada, ahí no más, llegando al cielo, empieza la CARRERA OCTAVA (Con mayúscula, porque se lo merece) donde está el emblemático Puente Pa’lla o Pa´ca, como lo quieran llamar, es lo mismo. Claro que no es lo mismo Puerto Mallarino que Juanchito, divididos por el Cauca. En uno estaba la rumba, en el otro la inundación. En uno y en otro lado se aglomeraba la gente. Y si hay aglomeración de personas; hay comercio y fiesta, distintivos de una imagen que se está perdiendo.

Y como en toda entrada y más si es la del cielo, la gente llegaba en cualquier medio de trasporte; canoas, champanes, barcos a vapor, hidroaviones, caballos, mulas de carga, cualquier medio era bueno, hasta hacerlo a pie. Lo importante era llegar a la puerta y de allí; al rojo cielo que cobija la sucursal. Claro, cada uno en su respectiva época.

Justo por ahí, por donde se entra…se alimentó la formación y crecimiento de la Sultana.

Carlos H. Simmonds nacido en Eisenach, Alemania fue uno de esos europeos aclimatados en el trópico que amó a Colombia como a su propia patria. De veinte años llegó a las Antillas y de allí pasó a Cartagena y Santa Marta con marcada resonancia mercantil en el medio.

De ahí a Lima, para aparecer de nuevo en Popayán y luego en Cali como representante exclusivo de la famosa “Emulsión de Scott” la del bacalao, que se vendía como pan caliente. A quien no le dieron “Emulsión de Scott” que levante la mano. Lo curioso es que aún se sigue vendiendo.

Simmonds, de ojos azules, bigote y complexión robusta, poseía en altísimo grado espíritu de empresa, capacidad de trabajo y alma aventurera. Su presencia en Cali fue tan notoria que un viajero europeo describió la población como una localidad con un río largo, una iglesia grande y un míster de apellido Simmonds. A él se debe en gran parte la navegación por el río Cauca.

El primero que navegó en sus aguas fue el buque “Caldas” ensamblado en el puerto de Media Canoa, puesto en servicio el 4 de febrero de 1884 y quien no alcanzo sino un solo viaje.

Después vendría él Cauca, y en 1916 navegaban ya en el Cauca los vapores; “Cabal”, “Ricaurte” al mando del capitán Aristóbulo Molina, el “Sucre”, el “Cali”, el ” Ceilán” y el “Danubio”, además del “Palomas” , “Santander” y el “San Julián” .

Ya lo dijimos, a la puerta del cielo y antes de los años 50 también llegaban aviones, en este caso hidroaviones, que acuatizaban en el Cauca en Puerto Mallarino, uniendo diferentes puertos comerciales sobre el río, permitiendo la movilidad de pasajeros y mercancías en menos tiempo que el ferrocarril y la navegación a vapor. Uno de ellos fue el hidroavión “Caldas” que viajaba entre Buenaventura y otros puertos del litoral Pacífico.

Como se ve al cielo se podía llegar por agua, cielo, tierra y la OCTAVA.

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