Por Jorge Enrique Santacruz.
Hay deportes, en este caso “juegos”, que para jugarlos o practicarlos necesitan de “cancha” y otros que no, para los que cualquier “peladero” sirve. “¡El que llegue último es una gallina!” Este sí que no lo requería; cualquier calle empinada o de pa’bajo, un mangón, cualquier espacio abierto servía. Se jugaba o más bien se corría, no era para llegar primero sino para no ser último.
Ese era el premio; no llegar de último. Tenía otro ingrediente que lo hacía aún más interesante; el repentismo. De un momento a otro cualquiera del grupo podía gritar “el que llegue de último es una gallina”. O en algunos casos, dependiendo del grupo, el grito podía ser: “gorro pa’l ultimo”. Y si de correr se trataba el “cojín de guerra” o simplemente “cojín”, era uno de ellos, también llamado “policías y ladrones” que aún hoy se práctica entre los jóvenes.
Si había o hay uno bien popular es el “Quemado”, se juega en donde sea: fincas, calles, patios, cualquier peladero es propicio para hacerlo, y adiciónele un ingrediente bien interesante: es unisex, lo juegan hombres y mujeres, que además servía para enviarse señales entre los pretendientes que participaban en el juego. Pero jugar escondite era y es el preferido por los niños y las niñas, y entre los jóvenes el “escondite americano” que no tiene nada que ver con la “Divina”, ese sí que era el apetecido por su connotación maliciosa. Se aprovechaba para encuentros furtivos, para darse uno que otro pico como llamaban a los primeros besos entre los que se gustaban,
preludio de nuestros incipientes afectos. Gratitud eterna al escondite.
Otros que tampoco necesitaban cancha; “A que te cojo ratón a que no gato ladrón”, o el de “sun sun de la calavera, que al que se duerma le doy una pela”, a cuyas voces correteábamos alborozadamente. “La lleva” o “arrancada” y la inolvidable “rayuela”, que para dibujarla se hacía en donde fuera y con lo que había. Y era bien interesante, porque para llegar al cielo no se necesitaba de una escalera grande y otra chiquita, sino brincar unas veces en un solo pie.