(De la obra “Si tu no perdonas, el pasado perdona” Edición 1 noviembre de 2020)
Por Helen Fares de Libbos
Hay en la vida del hombre una mujer que tiene algo de Dios, por la inmensidad de su amor, mucho del ángel por la incansable solicitud de sus cuidados; una mujer que siendo joven tiene la reflexión de una anciana y en la vejez, trabaja con el vigor de la juventud; una mujer que siendo ignorante, descubre los secretos de la vida con más aciertos que un sabio; y siendo instruida, goza con el candor de los niños; una mujer que siendo pobre, se satisface con la felicidad de los que ama, y siendo rica, daría con gusto todos sus tesoros por no sufrir la herida de la ingratitud en su corazón;
una mujer que mientras vive, no la sabemos estimar porque después de muerta daríamos todo lo que somos y lo que tenemos por mirarla de nuevo un solo instante; por recibir de ella un solo abrazo, por oír un solo canto de sus labios.
De esa mujer, no me exijáis su nombre, si no queréis que se anude la voz en mi garganta y se nublen con lágrimas mis ojos, porque ya la he visto pasar en mi camino.
Si alguno preguntare de quién son estas palabras, son pasajes de la Sagrada Biblia.