Pesebres confinados

Por Remberto Burgos de la Espriella.

Los últimos 4 días Colombia ha registrado una cifra preocupante en la evolución de la pandemia: más de 10.000 casos nuevos/día y ésta es una expresión irrebatible que la pandemia sigue viva y el virus sediento de causar más daños. Es implacable, no respeta fecha o época. Le hemos pedido a las autoridades -ante la amnesia del autocuidado- que recordemos en nuestro cerebro estas medidas sanitarias que el fin de año ha borrado. Volver al toque de queda desde la 10 pm hasta las 4 am, apagar las luces navideñas, garantizar el distanciamiento físico, exigir el uso de mascarilla y sobre todo medidas de bioseguridad en los sitios donde las aglomeraciones son la constante: los almacenes donde las familias acuden a la compra de los detalles navideños. No veo lejos volver a la obligatoriedad del confinamiento.

La COVID-19 dejo una sentencia condenatoria en el cerebro del 2020: “todos somos briznas que el viento lleva”. El hilo de la salud y del bienestar es frágil, vulnerable y endeble que una sola cadena de RNA, el genoma del virus, doblegó el mundo.  Su potencial de acción: desde elegir presidente en la potencia mundial hasta obligarnos a meditar en los días de recogimiento obligatorio. Y este espacio de reflexión debe perdurar en la época mas bella del año: navidad.

Pero no deja de sorprendernos el comportamiento camaleónico del virus. Anticipándose a los carnavales hay elegido un nuevo disfraz. Ya doblegó al Reino Unido y lo tiene aislado de Europa. La aparición de una variante del SARS-CoV-2 mediante secuenciación genómica viral en 1.108 personas. (OPS) fue detectada. Por supuesto, este informe es prematuro y desconocemos como seria su virulencia, transmisibilidad e inmunidad cruzada. Alentador saber de estas mutaciones y la historia del padecimiento, informan los especialistas en la materia, que no impacta mucho en la gravedad de la enfermedad. Razón tiene la OMS cuando pide compartir esta información científica y que sean estos nuevos descubrimientos incentivos para seguir investigando. Mientras, le he pedido a las autoridades territoriales implantar el toque de queda y si esta ola continua no dudar en repetir el confinamiento obligatorio. Tan impredecible y endemoniado el virus que coloca a las políticas públicas, salud y economía, hacer malabarismos en el gasto social para proteger a los ciudadanos.

¿Nos hará estos días de nochebuena más responsables y solidarios? El cerebro en navidad es diferente y se comporta de manera peculiar. Los estudios de resonancia magnética funcional (fRMN) han mostrado que las áreas encargadas de la espiritualidad se encienden de una manera especial. Hay una sobredosis de dopamina circulante, las neuronas espejos hiperfuncionan e imitan los comportamientos generosos: disfrutamos regalar y compartir. Como árbol de navidad se activan las luces de los circuitos de la corteza motora primaria y sensorial, el área premotora y los lobulillos parietal superior e inferior (Universidad de Copenhague).

Es nuestro cerebro social encendido y enseña que como especie somos – antes que nada- seres sociales. Nos gusta estar cerca de los seres queridos y disfrutamos de los abrazos. En fin de año el apego y los lazos afectivos son la piel de nuestro comportamiento. Tan grande su influencia que la prevención y los sitios donde están los mecanismos de supervivencia y respuesta ante el estrés toman vacaciones durante esta época.

La navidad del 2020 será distinta. Las reuniones familiares presenciales no pueden exceder de 10 personas. Sin abrazos y sin besos: lazos de nuestra condición social. No buñuelos o natillas compartidas, evocaremos con emoción las postales de la casa de los abuelos que despertaron los sentidos más primitivos de ese sabor que significa familia. Será una navidad melancólica. Nostalgia viene en su raíz griega desthai (regreso, volver a casa) y de algos (sufrimiento). Hay dos opciones para estas efemérides: vivirla con la nostalgia que quema y arde el alma o disfrutarla con la nostalgia dulce que se nutre de los recuerdos. Estar vivos es lo que permite disfrutarlo. 

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