La corrupción peor que el COVID-19

Por Remberto Burgos de la Espriella

El coeficiente de encefalización es la relación cerebro/masa corporal. Si la proporción corresponde decimos que es alométrica. Si el volumen del cerebro es mayor que el tamaño del cuerpo afirmamos que extraalometrica. Entre más grande sea el cuerpo de un animal más grande será su cerebro. Pero esto no es solo el cociente de encefalización. Un elefante pesa 5000 kilos y su cerebro 7,5 kg. Tiene una relación alometrica. Entre los primates el único que tiene un cerebro con relación extralometrica es el humano. Es 7 veces mayor de lo que debería ser. Qué decir del número de neuronas, nuestro cerebro pesa 1.5 kg y tiene cerca de 86 mil millones de neuronas. El cerebro del elefante tiene 257 mil millones de neuronas. Tenemos menos neuronas que los elefantes, pero se supone que somos más inteligentes. Hay una pequeña diferencia, las neuronas de los elefantes se concentran en el cerebelo y la de los humanos en la corteza cerebral donde están las funciones cognitivas superiores. Nada menos que 16 billones de neuronas. No he visto un elefante declamar la trascendental “Canción de la Vida Profunda” y esto legitima el principio que el cerebro se ajusta a las necesidades de cada animal.

El cerebro humano se subdivide en lóbulos. No es capricho de la naturaleza. El más grande de ellos es el lóbulo frontal encargado de la planificación, ejecución y control de la conducta. Está ubicado por encima de las orbitas y guarda relación con la empatía, la generosidad, el comportamiento social y el estricto seguimiento de las normas morales. Sin lóbulos frontales, especialmente los tres lobulillos de la corteza prefrontal, se perderían los escrúpulos y las riendas de nuestro proceder. Somos quienes somos por nuestro lóbulo frontal. Es el cofre de la moral. Ha sido el más estudiado por su importancia en la conducta humana; cuando se lesiona el frontal nos comportamos en forma instintiva y emocional. Es la corteza prefrontal lo que nos hace humanos, personas decentes y responsables.

Cuando veo los escandalosos comportamientos corruptos de oficinas públicas y los decepcionantes de entes privados, inquiero: ¿dónde se fueron esas neuronas del coeficiente de encefalización? Que rutas trazaron para seguir robando, evadir y sobornar la justicia. Y como si fuese extensión de esta aberrante conducta, los casos de indisciplina social, la no obediencia a las normas y el reto a las autoridades que buscan cumplimiento de las mismas. El mapa ético de Colombia se perdió y la brújula moral nos lleva hacia una distopica sociedad del futuro.

La comedia en nuestro país, donde el oportunismo político no tiene escrúpulos, es sacarle provecho a la tragedia de sus ciudadanos. Perifonean la pobreza, exaltan la miseria y glorifican la anarquía. La situación desesperada del desempleo (20%) y el riesgo de ser víctima de la pandemia (5000 casos-día) son la arena movediza de estos días. Aparece la mano negra que busca deslegitimar la institucionalidad: discurso fácil, populista y catastrófico. Lanzarnos al abismo del futuro para que nuestra democracia se ahogue en la arena del caos y surja el gobierno tiránico.

Pero nuestro comportamiento amoral es el pantano que permite su densidad. Si algo empuja la ola populista son los vientos descompuestos que soplan en el país. Es la única forma de entender porque hoy preocupa mas a los colombianos el tema de la corrupción que el del coronavirus.

¿Cómo corregimos la aberrante carrera del coeficiente de encefalización de los colombianos y la anómala siembra de sus neuronas? Con una carta de navegación ética en donde el ejemplo sea el mejor pedagogo y la sanción social el antídoto de la impunidad. No veo otra forma de vacunar nuestra democracia y sus instituciones republicanas. Transparentes con nuestra salud y la de la patria, de lo contrario recordaremos a Barba Jacob: ¡un día en que ya nadie nos puede retener!

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