No escribo para vivir, vivo para escribir

HOY: “SENTÍ QUE LO QUE ME HABÍA PASADO LO TENÍA QUE SABER MUCHA GENTE”

(De la obra  “Conversaciones en la soledad” Edición julio de 2011)

Por Helen Fares de Libbos

De manera específica lo que quiero es aportar en la construcción de la memoria de las mujeres colombianas, libanesas y árabes, el aporte de los inmigrantes árabes y hacer un reconocimiento a sus descendientes, que comenzaron a llegar al país desde 1886, especialmente a Chiquinquirá.

Cuando se habla de los inmigrantes árabes se cree que fueron una población homogénea y esto no es tan cierto.

Llegaron comerciantes, políticos, intelectuales, analfabetos, aventureros con dinero y en muchos casos sin él. Pertenecían a diferentes religiones: maronitas, católicos, ortodoxos y musulmanes.

También procedían de territorios diferentes, aunque vecinos.

Pero esa vecindad no ha negado sus tradiciones particulares. Nuestros antepasados dejaron una herencia muy grande: la honestidad, y trabajamos con esta herencia tan rica y valiosa.

Líbano, Siria y Palestina son fenicios, nacimos en nuestra tierra y nunca morimos en ella. Apenas volvernos a tener una oportunidad salimos a buscarla en varios países del mundo, salimos a buscar mejores condiciones de vida y las conseguimos.

El cambio cultural es bien interesante. Estamos en Colombia…

¿Qué es ser árabe?

Hay muchos libaneses que dicen que no son árabes, que son fenicios.

Pero resulta que el Líbano fue habitado y re-habitado, por muchos pueblos, antes y después de Fenicia, entre estos: Siria, Babilonia, Roma y Grecia. Pero, ¿quiénes son los que ponen el sello?, pues los árabes, ellos son los que dejan el idioma, y en gran parte también la religión porque el hecho de que los musulmanes estén allá prueba que los árabes estuvieron antes.

En mi niñez no me sentí diferente, mis padres ortodoxos, fuimos ocho hijos: yo, la mayor de ellos, una familia perfecta. Estudié en Beirut con mis hermanas, mis hermanos nacieron después.

Mi mamá, una mujer sabia, supo criar a sus hijos, ejemplo para mucha gente y para nosotros.

Mi padre fue un hombre honesto, falleció a temprana edad. Yo me casé a los 17 años con Eduardo Libbos Saad y viajamos al Kuwait, un país que acababa de descubrir su petróleo. Fue en 1959 que salimos a buscar otra oportunidad, ahora me doy cuenta de que mi patria no era una sola, eran Líbano, Kuwait, Colombia y Estados Unidos, mi hermana vive en Estados Unidos y yo viajaba frecuentemente a traer mercancía a Colombia. Una experiencia muy valiosa para mí.

Mis estudios los realicé en Beirut, Libano, los idiomas árabe y francés en el colegio del Rahbene del marido de Fairuz, una gran cantante libanesa. Mis cinco hermanas mujeres eran trabajadoras y muy inteligentes. Mi padre era ortodoxo, pero no fue fanático desde ningún punto de vista. A nosotros nos bautizaron en la iglesia ortodoxa y nos acogimos a esos ritos.

En Kuwait son musulmanes y así, también aprendí el Corán, me gustaba mucho y me pareció sacado de la Biblia. Todas las mañanas a las 4 esperaba el adhan.

Durante cuatro años y medio me acostumbré a despertarme temprano, en Kuwait la mujer no trabajaba, mi marido salía a trabajar manejando volqueta y yo me quedaba sola.

Un día apareció la dueña de la pieza cobrándome el arriendo, yo no tenía plata, me pidió un tinto y me pidió que lo leyera; yo lo leí contándole la vida de Kuwait.

Y se habituó a que le enseñara otras costumbres, porque yo venía de Líbano que era de cultura más avanzada.

Con el tiempo terminé leyendo el café a su familia y también les costa la ropa, sacaba los moldes de mi ropa usando los empaques de los bultos de cemento.

Me daban regalos finos pues tenían mucha plata aunque no tenían cultura. Como estudié el árabe, idioma de ellos, me quedaba fácil comunicarme. Hay una cosa que es reconocida en el mundo, el árabe está lleno de amor por lo suyo, por su idioma, por su patria, por su familia, no solamente por sus hermanos, también por sus primos, sus tíos y sus sobrinos. Un nudo familiar, eso son los árabes, se aman como se defienden y se cuidan.

Hay muchos árabes que sin tener riquezas envían ayuda a las personas que están en su país, no solamente a sus familiares.

El retorno al Líbano

Después de cuatro años en los que nos fue muy bien, regresé con mi marido y un hijo mayor que nació en Kuwait, país muy rico en petróleo. No hay un solo inmigrante del oriente que no piense desde el momento en que pisa la tierra de su patria, en el regreso al bled. El bled es una palabra que significa la patria.

Al regresar con mi familia a Líbano nacieron mis hijas Laila y Amal, en el pueblo de mi marido, en casa de mis suegros, donde viví durante cinco años. Mi marido compro un taxi para trabajar, yo tomé un curso de costura y empecé a coser para los vecinos, mis hijos y los hijos de los demás.

En mi infancia hubo un ambiente hogareño de amor a la lectura, mi papá era un gran lector pero le gustaba el alcohol, en cambio a mí nunca me llamaba la atención. Mi papá llegaba del trabajo y se sentaba a leer y a tomar su khes, que significa una copa y se sentaba a leer hasta la una o dos de la mañana.

Mi mamá fue quien me introdujo en el mundo de Khalil Gibran. En mis escritos se nota la influencia de todo este mundo árabe.

Se ve en mis tres libros: Lucha con amor; Canto a la vida y El odio no se escribe.

Políticamente veo que la situación del medio oriente ha sido clave para la redefinición de los inmigrantes árabes. Pongo en primer término el drama palestino, aunque yo no soy de palestina sino de Líbano algo nos une, los países suramericanos están unidos por un lazo, los pueblos del medio oriente se sienten así.

El drama palestino siempre me ha impresionado, la injusticia de la historia está en haber borrado el nombre de Palestina y creado un país artificial como Israel. Hoy se oyen voces, hasta de norteamericanos, que protestan contra el presidente por la guerra de Irak.

Que el hombre herido de Irak es el mismo hombre herido de Norteamérica.

Yo siempre pendiendo de dos alas: Líbano y Colombia, no puedo separar la sangre de una y otra y los sueños van juntos.

Constituyen la identidad de una persona, para mi Líbano es la patria de mi sangre y Colombia la patria de mis sueños.

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