No escribo para vivir, vivo para escribir

ESCRITORA Y EMPRESARIA

(De la obra “El museo de mi alma” edición mayo de 2021)

Por Helen Fares Libbos.

La fuerza de la caridad siembra en lo profundo de mi corazón,
recojo el cereal para los hambrientos en la vereda cercana a mi negocio donde son 320 trabajadores,
además, tengo 35 ahijados que me reciben con amor,
cada vez que los visito y siempre están pendientes de mí.

Mi alma impregna la vida de los viñedos,
la cosecha de mazorca, de papa,
plátanos y yuca, el primer bocado para mi gente.

El cielo es mi lámpara de aceite,
la coloco en mi ventana para iluminar el camino del viajero a través de la oscuridad,
hago todo esto porque vivo en ella.

Si el destino atara mis manos,
impidiéndome hacer lo que me gusta,
la muerte sería entonces,
mi único deseo porque soy poeta y si no puedo dar, me niego a recibir.

La humanidad se enfurece como la tempestad,
suspiro en silencio porque sé que la tormenta se aleja y el suspiro se eleva hasta Dios,
los seres humanos se aferran a las cosas mundanas,
busco abrazar siempre la antorcha del amor para purificarme con su fuego y alejar la inhumanidad de mi corazón,
las cosas materiales mutilan el hombre sin que padezca el amor le devuelve la vida con vivificantes dolores.

Soy extranjera en todas esas comunidades,
no soy de algún lugar,
el universo es mi país y mi tribu, la familia humana.

Los seres humanos solo se unen para destruir los templos del alma
y entrelazan las manos para construir edificios para los cuerpos de este mundo,
estoy escuchando la voz de la esperanza que desde lo profundo de mi ser me dice:
“así como el amor vivifica al corazón del hombre insensible, la ignorancia le enseña el camino del saber”.

El dolor y la ignorancia conducen a la dicha plena y la sabiduría,
el ser supremo no ha creado nada en vano bajo el sol,
siento nostalgia de mi bello país.

Amo mi pueblo por pueblo,
por su inmensa desdicha,
si estimulado por el pillaje mi pueblo se levantara contra los países vecinos,
entonces tales atrocidades humanas me harían odiar mi pueblo,
mi país, mi sangre libanesa y mi patria Colombia.

Amo con el mismo amor con que amo a mi país,
con el mismo amor que siento por Colombia que siento por la tierra colombiana,
mi patria y Chiquinquirá, donde nacieron mis hijos.

Amo la Virgen de Chiquinquirá,
amo su tierra fértil con todo mi ser porque ella es el cielo de la humanidad,
una manifestación del espíritu de Dios.

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