MI REENCUENTRO CON EL PASADO

(De la obra “Lucha con Amor” 1° edición octubre 2008 – 2° edición febrero 2015).

Por Helen Fares de Libbos   

De regreso al pasado mirando al futuro.

No es sencillo, ni cómodo ni tranquilizante, aceptar que en nuestro reloj son las seis de la tarde. Interiormente, todos deseamos la eternidad. Es difícil aceptar que la vida tiene un límite y luchamos por superarlo; tal vez sea esta la razón que explica que los hombres, los seres humanos, se reproduzcan y traigan hijos al mundo. La eternidad son nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos. Pero el olvido no es únicamente producto del alzhéimer, esa epidemia que nos vuelve instantáneos y borra de los ojos de la mente todo lo bueno y lo malo que acumula nuestra experiencia y el paso Por esta vida. También el olvido es producto de otra epidemia: la ingratitud. ¿Cuántos hombres sobre la tierra han dado todo para que la humanidad se supere y crezca?

Hombres grandes y diminutos, protagonistas de la historia y sencillos e ignorados hombres han dado mucho para que el mundo continuara su marcha y sus nombres ya no se recuerdan, a no ser que aparezcan en una enciclopedia. Pero son muy contados los que tienen el privilegio de figurar en las enciclopedias, la gran mayoría de seres humanos que ayudaron a construir el mundo permanecen en el anonimato.

¿Cuántos hijos, han olvidado a sus padres incluso antes de su muerte?

Pero todos seguimos luchando por la inmortalidad.

Hay muchas maneras de conseguir una aparente inmortalidad. Creyendo en la reencarnación, suele ser la más común. De la misma manera, suponiendo que hay un cielo, cualquiera que sea la religión o el dogma que se escoja, católico, musulmán, budista, se supone que después de la muerte hay una vida eterna. Son propuestas de la fe. Pero la manera más práctica de conseguir una relativa eternidad es amando, sembrando la semilla del amor, pues quien de verdad quiere nunca olvida y trasmite a su descendencia ese amor. Un amor leal, comprendido en el sacrificio y la entrega, generoso.

Pero no se crea que el cobarde es amoroso, el cobarde es servil y no ama, tampoco se ama, es un muerto que va con el mar arriba y abajo y no siembra porque el miedo a sembrar lo hace estéril. Y no ama porque no se ama y nadie da de lo que no tiene. Las peras no dan olmos dice el refrán popular.

Antes de resolverme a dejar escrita mi historia, esa pequeña historia de una inmigrante, tuve que pensarlo mucho, tomar la decisión no fue simple. Fue el olvido de mis recuerdos el que me aconsejo para resolverme. Hay en mi memoria tantos pasajes que no alcanzo a ver con claridad y que quisiera recordar en estos últimos días. Muchas lecciones que aprendí de los demás y que me sirvieron para resolver las dificultades de la vida y que ahora no puedo repetir. Por eso he creído que vale la pena dejar estas lecciones para mis generaciones: para mis hijos, para mis nietos y para los que vendrán en el futuro. Que puedan ellos buscar un antecedente que les sirva para responder las preguntas que seguramente se harán y no tendrán a quien pedirle que les conteste. Es una especie de testamento, pero no en dinero, en enseñanzas, que son más útiles porque las enseñanzas no nos la pueden robar. No sé si mis enseñanzas sean buenas o malas, solamente son enseñanzas, cada uno las valora y sacara sus conclusiones. Las lecciones siempre serán útiles, todo depende de quien las reciba y como se reciban.

Mi abuelo Nasif fue el modelo que tuve en mi vida. Su ejemplo me sirvió para formarme. Muchas de sus enseñanzas se me grabaron para siempre, pero mi padre también me enseñó. Recuerdo que siendo muy niña escuche una discusión y alboroto en la casa. El abuelo estaba muy enojado y confundido pues mi padre, Salomón Fares, tomó sin su permiso unas monedas de oro que él escondía en una lámpara, eran los ahorros que guardaban para protegernos ante una dificultad inesperada, las tomó para jugarlas y las perdió. El abuelo murió al día siguiente porque el disgusto le causó un infarto fulminante. Aprendí que el abuso es tan peligroso como un golpe, cuando las personas tienen definido el respeto por el derecho de los otros. Y bueno es aclarar que el abuelo decía que el dinero es para pagar lo que uno debe y que siempre le debemos a alguien, a la familia, a los pobres, a los necesitados, a los que nos dan un bocado a todos, porque hay que servir al prójimo y los más cercanos son los hijos y los nietos y para ellos se trabaja porque son nuestra responsabilidad, porque por nuestra obra llegaron al mundo. Deseando reconstruir mis orígenes hice un viaje a Francia, no sé si sea el último de mis viajes, fui a encontrarme con mi nieta Juliet y aproveché para reunirme con mis primos que viven en Nímes. Hacía más de cincuenta años que no los veía. Fue un encuentro lleno de alegría y que me sirvió para completar recuerdos muy indefinidos de mi infancia y de mis pensamientos acerca de la vida y del por qué miro el mundo con los ojos que lo veo, tan distinto al mundo que otros ven. Hablé con René, con Jorge, con Gi y tuve más claras mis ideas, muchas de ellas conversadas con mi mamá cuando la visité en Beirut en compañía de toda la familia, incluso de Eduardo.

Me sorprendí al ver tantas fotografías que ellos guardan con aprecio y entendí que son recuerdos mudos y que es mejor dejar testimonios de vida y por eso son estas letras. Una extensa carta a todos, para que si me van a juzgar tengan argumentos para hacerlo y no me sentencien sin razones.

Comprobé en este viaje que somos todos los hombres una familia, pero que en particular somos la familia de nuestros antepasados y que todos los que ya se fueron y muchos de lo que aún viven, han dado mucho de los suyo para que los que vienen tengan futuro. En mis sueños recuerdo que iba por un camino que conducía a la oscuridad y en la mitad del sendero me encontré con un niño que iba en dirección contraria, hacia la luz, cantaba y sonreía con mucha alegría, al cruzarnos me dijo: ‘Vaya usted con Dios y gracias por todo lo que ha hecho por mí’: ¿Quién eres tú? .Pregunté y me respondió sin duda: soy tu futuro’:

No dudo de que hay quienes no han entendido el sentido de mi vida. No se me hace raro que piensen que todo mi esfuerzo ha sido para conseguir dinero. Qué equivocados están. Sé que el dinero es importante para sobrevivir, pero es más importante ayudar a que otros sobrevivan.

En este viaje fui objeto de muchas atenciones de mi gran amiga Ana Victoria Fajardo de Silva en París. El viernes 10 de octubre de 2008 recibí la terrible noticia de su fallecimiento, que lamenté de corazón ya que fue ella siempre una persona que se caracterizó por su don de generosidad y entrega a los más necesitados. De Francia viajé a Atenas, quería encontrarme con la hija de mi tío Miguel. Ella salió de Chiquinquirá siendo muy joven. Sentía necesidad de verla, pues no olvido que gracias a la ayuda de Miguel Saad, fue que logramos echar raíces en esta tierra, fue él quien me proporcionó dinero para comprar la primera propiedad que adquirimos en Colombia y fue por su decidido apoyo que pudimos salir adelante. Jamás podré olvidarlo. De él aprendí mucho de lo que ahora soy y hago. Recorriendo Atenas me parecía ver muy de cerca Sidon, el puerto del Líbano de donde muchos partieron y a donde otros llegaron cumpliendo el destino de la vida. La mirada se esforzaba por llegar a mis orígenes y mi mente volaba recordando a los que hasta ahora empiezan a recorrer el camino. Siento piedad de ellos, por eso les recomiendo que para seguir adelante lleven lo necesario en sus maletas, son ideas livianas pero necesarias: honradez, disposición para el trabajo, imaginación para descubrir los atajos de la vida que nos evitan recorrer ríos revueltos, y mucho, mucho amor, por la familia, por los hijos y recordar que obras son amores y no buenas razones.

No puedo negar que todavía hay cosas que se deben resolver, pero aún creo que hay tiempo para hacerlo de la mejor manera, sin precipitarme por soluciones que puedan resultar equivocadas y solo por evitarme dificultades, las dificultades son parte de la existencia diaria, no se puede dejar que la vida sea solamente comer y dormir sin ocuparnos de hacerle el camino a los débiles.

A pesar de que en apariencia soy una mujer fuerte nunca me sentí segura y por eso conté con el respaldo de Eduardo, el representaba el hombre que da el respeto a la mujer. Son las tradiciones de nuestra cultura y hay que aceptarlas, no se puede olvidar lo que otros construyeron con sabiduría.

En Grecia pude comprobar que todos los pueblos tienen algo que enseñar a los otros y que hay entre estos pueblos, el Líbano y Grecia muchas cosas en común, como la comida y el folklor, seguramente que su organización de la familia tiene que ser igual a la nuestra, porque hay respeto por el hogar y por los hijos, toda la humanidad ha trabajado por los hijos así los hijos nunca entiendan esta constancia sino cuando llegan a ser padres. La historia de los griegos es la historia del mundo moderno, sus filósofos partieron del pasado y dejaron al futuro sus estudios para que de sus estudios surgieran otros estudios. Esa fue la herencia que dejaron y todos debemos dejar una herencia en la medida de nuestros haberes, herencias que no se desaparezcan, lecciones de vida más que dinero.

En Atenas me recibió mi prima Yulieth Saad, a quien no veía hace más de 30 años, fue una felicidad enorme verla después de tanto tiempo y sentir ese cariño de ella hacia mí y hacia Juliet, mi nieta, vi a sus hijos, Marjorie y Alberto, y a su esposo Estefano, compartí con ella y su familia y me alegro mucho saber que estaba tan bien allá, y feliz.

Ella nos organizó un tour por carretera, en el cual pasamos por Olimpia, ahí se encuentra el lugar donde se realizaron los primeros juegos olímpicos del mundo, luego pasamos a Delfos la ciudad de los oráculos, y finalmente a Meteora que es donde se encuentran los monasterios en la punta de las rocas gigantes, fue una experiencia muy especial, para mí y para Juliet y grandiosa ver toda esa historia griega. Luego de ese viaje por carretera fuimos en barco hacia la isla Santorini en el Mar Egeo, la cual fue creada por una erupción de un volcán y donde muchos creen se encuentra Atlántida una legendaria isla desaparecida en el mar, mencionada y descrita por primera vez en los diálogos Timeo y el Critias, textos de Platón. Estuvimos 3 días allí descansando, y luego regresamos a Atenas para quedarnos 2 días.

Ese encuentro con el pasado necesariamente tenía que impactarme de alguna manera; ver la historia del mundo reflejada en los monumentos vivos, acompañada de mi nieta y de mis recuerdos alentó la imaginación y también el pensamiento alrededor de mi vida, la que he resumido en anteriores páginas, que describen los hechos que dejan asomar las emociones, los afectos, las ilusiones y los sueño que la vida nos trae. Desfilaron por mi memoria las ilusiones cumplidas y las esperanzas que aún anidan en mi corazón. También los fracasos aparecieron como fantasmas que nos producen pesadillas y angustia, los mismos fantasmas que nos desvelaban cuando niña y que todavía rondan en la almohada cuando quiero resolver mis pesares.

Debo decir que no me rindo ante la adversidad, que mientras tenga vida estaré dispuesta a empezar un nuevo día, porque tengo la seguridad de no haber odiado ni envidiado a nadie, porque el odio y la envidia dañan el corazón de los hombres. No puedo negar que he tenido desencuentros, especialmente con mi familia más cercana, pero interiormente sé que cada uno tiene su razón y esto es suficiente para aceptar sus puntos de vista, sin que ello quiera decir que para no contrariar a nadie tenga que renunciar a mis obligaciones morales de apoyar a los débiles.

Por supuesto que yo también soy débil, pero no puedo entregarme y abandonar mis obligaciones y recargarme en los otros, a la espera de que me auxilien. Debo responder por mí misma y por quienes de mi esperan. Hay un orden de obligaciones y cada uno debe saber cuál es su lugar. Este reconocimiento es parte de la generosidad que debemos tener, pues pensar que somos siempre los primeros es egoísmo, egoísmo que muchos disimulan con hipocresía.

Estas reflexiones que me han acompañado en mis continuos juicios son las que me han permitido permanecer fuerte y no decaer, es la fuerza del amor que muchos no entienden y que espero que algún día lleguen a comprender. Por fortuna creo en Dios.

El tiempo después de las seis de la tarde cambia, no es igual por las mañanas, tenemos a esas horas muchas oportunidades, parece que el reloj anda más despacio. Cuando cae la tarde ya son muy pocas las cosas que podemos hacer, solamente hay un destino irremediable: descansar. Mientras llega ese momento y a pesar de la velocidad de ese tiempo que avanza sin detenerse sigo pendiente de terminar mi obra, velar por mi gente, por toda la gente. Ojalá que lo haya hecho con justicia, eso creo, a pesar de que haya quienes me critiquen.

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