Por Remberto Burgos de la Espriella.
El 11 de noviembre de 1811, al tiempo con la declaración de la Provincia de Cartagena de su independencia de la Corona Española, se fijaron los límites entre la Provincia de Antioquia y la Provincia de Bolívar. Desde entonces, es larga y debatida la historia de los linderos de las tierras de los departamentos de Colombia. El caso que nos interesa es el de los departamentos de Córdoba y Antioquia, en disputa desde hace casi medio siglo.
Volví a leer el relato Límites Córdoba-Antioquia escrito por Remberto Burgos Puche y me fui este fin de semana al noviciado de la Ermita. Muy temprano, en horas de la madrugada, ocupé el sitio y la mecedora desde donde cavilaba su autor. Quería encontrar en los cantos de los pájaros desperezándose en el bambú, el rato sublime en que se fecunda su mensaje. Me emocionó el prólogo de Fernando Gómez Martínez y cómo esta historia nace de los apuntes que, alejando cansancio y fatiga en horas de la noche, mi abuelo hacía en su libreta.
No fue tarea o misión estatal, fue toda una faena de trazar linderos realizada por los senadores Alfredo Cock Arango, por Antioquia, y Remberto Burgos Puche, por Bolívar. Es una historia de patriotismo, de ese que viaja en jeep, mula y canoa. Que recorre trochas e improvisa caminos hasta encontrar los linderos justos de la soberanía territorial. El texto debería incluirse en las bibliotecas de todas las universidades colombianas, y especialmente en las del departamento de Córdoba, para que los aminoácidos que conforman los ADN de la gente del Sinú se nutran de la verdad verdadera de este conflicto.
Ya estaban enredados los linderos desde el siglo XIX, época de la Constitución de la Confederación Granadina, cuando estas tierras pertenecían al territorio del Cauca. A principios del siguiente siglo, se repartieron entre Bolívar y Antioquia, cuyos habitantes permanecían confundidos.
En el trazado formal presentado, Burgos Puche observaba la tendencia de los habitantes de Córdoba a acudir a Antioquia para suplir sus necesidades básicas de educación y salud, lo que sin duda ayudó a este último departamento a expandir su sombra colonizadora y expansionista sobre el primero. La ausencia de nuestro gobierno local en las zonas limítrofes determinó el comportamiento de los raizales. Y ello sigue siendo así. Los corregimientos de Puerto Libertador, cuyas primeras casas fueron empajadas con hojas de bijao, estando a tres kilómetros del casco municipal acuden a los cascos municipales del noreste de Antioquia. Los habitantes de Saiza, corregimiento del municipio de Tierralta, a una hora media, se refugian por falta de vías en los cascos urbanos de Chigorodó y de Carepa. Saiza es un fantasma cordobés que pasa sus días en Antioquia. Sin presencia de departamento, es imposible legitimar territorio.
Vale traer a colación una analogía de especie. El cerebro de un toro de ceba pesa alrededor de 450 gramos, su densidad neuronal es tan pobre como sus conexiones sinápticas. Cuando el bienestar del animal se ve amenazado, se dispara una alarma y suena su instinto de supervivencia. Su principio es básico: mantener la especie. De manera que cuando la finca donde se encuentra tiene solo maleza y bejucos, él buscará la del vecino con angleton, admirable y yeragua. No importa qué tan firmes y fuertes sean las cercas, siempre hallará la forma de traspasarlas. ¿Qué no hará entonces para buscar el bienestar y la superación el instinto humano, cuyo cerebro tiene un entramado neuronal denso, selvático y de alta población neuronal?
El autismo cordobés de varias administraciones es la esencia de las dificultades que hoy debemos resolver. A este se suman un retardo catastral que obliga a registrar en Antioquia muchos de los predios de Córdoba, y un inconcebible tributo pagado por nuestros mercados al vecino robusto.
Cuando no hay Estado, ¿cómo nos defendemos? Actores improvisados o entrenados llegan, hacen presencia, se convierten en autoridad y en consejeros, y doblegan sin mayor resistencia la débil voluntad de los nativos. Ahí están los paraestados, que tantas cicatrices han dejado en Colombia.
Hay que acudir ya a la tecnología con sus herramientas, para fijar los límites de nuestra tierra. Hoy es posible hacer el levantamiento topográfico georreferenciado de alta precisión, con facilidad. Nuestras universidades son las llamadas a realizarlo. Afortunadamente tenemos en la Universidad de Córdoba una Facultad de Ciencias Básicas y un Departamento de Geografía que ha estudiado y tiene clara la situación de los linderos.
Córdoba necesita cada centímetro de su territorio para avanzar hacia el desarrollo. La pobreza multidimensional lo tiene asfixiado, y es dos veces mayor en la zona rural que en la urbana, y por supuesto en las zonas limítrofes. El atraso escolar y el trabajo informal sus pistones. Solo el 10% de la Córdoba rural tiene conectividad. En el sur del departamento nuestros ecosistemas están amenazados, con una enorme tasa de deforestación, la extinción de nuestra fauna y flora y el incremento exagerado de los cultivos ilícitos, mechones que incendian el alma.
Las 100 mil hectáreas en litigio son la despensa de nuestro departamento. Hay riqueza mineral, deslumbrantes sistemas ecológicos y ambientales y, sobre todo, el seno materno que da origen al agua que fertiliza nuestros valles. No quisiera que uno de mis nietos escribiera que en Córdoba existió hace unos años una exuberante bahía de nombre Puerto Rey, y que el mar se la tragó. O que a “la represa del nuevo Puerto Libertador de Antioquia” debe pagársele un tributo por su generación de energía. No es fantasear, en ese municipio confluye la cuenca alta del San Jorge formado por los ríos San Pedro, San Juan y Ure.
No critico la actitud expansionista y colonizadora de Antioquia. Rechazo sí, con vehemencia, su glotonería y su conducta invertida de Robin Hood. Pero lo imperdonable es la liviandad de nuestra dirigencia y gobernantes que han estado más ocupados en crear carteles y empresas políticas que en defender nuestra soberanía territorial. El veredicto de su comportamiento ya está escrito en nuestra historia.
Necesitamos despertarnos como sociedad civil y defender nuestros linderos. Precisamos una brigada. Las armas, las de la educación. Los tanques, los de la salud, y el regimiento la exigencia al gobierno de turno para que haga presencia con infantería de obras sociales. Ya no hay tiempo para retórica. Nada de calenturas: academia y carácter.