CIUDAD Y SENTIMIENTO: Del cielo bajaron

Por Jorge Enrique Santacruz.

“Navidad que vuelve, tradición del año
unos van llorando y otros van cantando”…
“Diciembre se deslizó hacia un enero de soledades”.

Aparecen de la nada e inundan de sonidos y colores las calles de la sucursal o sea que están en el mero cielo como dirían los mexicanos (otro pueblo lleno de tradiciones). Y llegan o mejor bajan, uno no sabe si el diablo baja o sube, claro que ahora dicen que está en todas partes o mora en uno, es toda una confusión. Pero en el caso de nosotros; bajan de Siloé, de donde según la tradición nacen lo diablitos.
Pero dejemos, que sea Wilfrido Franco García en su magnífica crónica “Los tambores de navidad” quien los describa:
Los “Diablos” van por las calles con sus disfraces, repartiendo alegría y esperando una
moneda que llene sus alforjas para celebrar en diciembre. Son los tambores de navidad, la época más feliz de un mundo repleto de injusticias.
Y como lo dijimos, los diablitos no moran en el infierno sino en Siloé y no castigan sino que dan alegría.
Tum – turum tum tum, turum tum tum… suena el redoblante y la tambora.

Y Siloé de donde “bajan” los diablitos, totalmente contrario a versiones en el sentido de que fue poblada por desplazados o afectados por la violencia política, su población tuvo origen en las familias esencialmente mineras, en su mayoría Marmateños y de otras poblaciones del Viejo Caldas, por cierto familias muy sanas y emprendedoras (Crónicas de barrio – Cali viejo).
Por naturaleza donde se instala una industria minera, los mineros van construyendo sus ranchos, estos en su mayoría de tipo rudimentario o poco costoso. Fue así como ocurrió a los pobladores primitivos de Siloé, construyendo ranchos de bahareque con maderas obtenidas en los bosques aledaños (pues habían muchos alrededor); el barro lo obtenían de los mismos banqueos que iniciaban para sus ranchos, en muchas ocasiones se construían con adobe crudo que resultaba muy bueno por las características de la tierra arcillosa.
Aunque Siloé es de origen Hebreo según la Biblia, el nombre del barrio no proviene de ahí. Lo hace del deseo del francés Luis Che, quien realizó un estudio geológico en la zona, y el señor Eugenio Santamaría Sánchez.
Enamorado el francés, de tan hermoso panorama, conversó con don Eugenio y le dijo: “en mi ciudad de origen hay un barrio muy similar a éste y se llama Siloé ¿por qué no me permites que le demos a éste ese mismo nombre?”
Don Eugenio, agradecido por tal simpática propuesta, no vaciló y de inmediato respondió positivamente. Desde ese momento comenzó a llamarse SILOÉ.

Todo cielo tiene su estrella y Siloé que es parte del cielo rojo de Cali no podía quedarse atrás; también tiene la suya, que se ha convertido en su símbolo.

“Al sur de esta ciudad
existe otra ciudad
que colinda con el sol
baña sus calles
entre sombras
juega a hacerse viento
y de papel
tiene nombre de mujer
Siloé …
(Apolinar Ruiz López)

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