Jorge Enrique Santacruz
¿Cuál calle, la tuya o la mía? la que llevamos engarzada en los recuerdos o la que pende del corazón, la que quisimos tener o la que nos tocó vivir, la calle de los amores o la de los encuentros, la de las protestas, o la de las esperas.
O la que por definición es un espacio de longitud indefinida, solo interrumpida por el cruce con otras calles, o en casos singulares, por el final de la misma; en una plaza, en un parque urbano, en otra calle, o por el final de la ciudad en el límite con el campo.
O la que tiene nombre propio pero que identifica a toda una ciudad y la coloca en la palestra musical del mundo entero: “Si por la quinta vas pasando es mi Cali bella que vas atravesando…”
O la calle del pecado con su música en el fondo, con sus cuerpos deambulando en busca de pasión en las noches dormidas, encuentros anónimos o tal vez recuerdos en las notas sonoras de canciones que los provocan y despiertan.
O las de oro producto de un muy bien pensado slogan para unos incipientes centros comerciales visitados por gentes ávidas de precios bajos y promociones.
O la de los hombres, producto del aún no terminado proyecto de peatonalización del centro de la ciudad y el traslado de los lustrabotas del parque de Caicedo.
O la conocida calle del muerto, que el ingenio, la falta de conocimiento y la imaginación popular le llamó a la escultura de Jaime Piedrahita: “Guerrero en reposo “.
O las calles que nos hacen libres, porque en ellas no tenemos ningún compromiso, ni están atadas a alguien.
O las que hay que recurrir a explicaciones que apelan a los recuerdos y a las señas para poder identificarlas. ¿En dónde queda? te acordás la calle… te acordás que ahí estaba… que ahí…
O a punta de indicaciones; siga derecho por esta calle y después de tres cuadras voltee a la izquierda, siga derecho por esa misma calle y más adelante la vas a encontrar… ahí es.
O las empedradas calles del poético pueblo donde solíamos pasar los veranos: Felidia.
O las que llaman y acuden a los recuerdos al pasar por ellas: aquí vivía, aquí estaba, aquí fue, aquí me encontré, aquí vivió…
O las calles que son de toda la ciudad que se recorren en alegres comparsas cada vez que nuestra “Divina Divisa” obtiene un triunfo y la convierte en una sola fiesta.