Por Fernando Calderón España.
Con algarabía o no, las vacunas son una esperanza para que el planeta vuelva a su curso.
Vendrán más crisis. La tierra no deja de girar y mientras lo haga habrá ritmo evolutivo y tiempo medible. No hay tiempo sin rotación y traslación.
La tierra, la maravilla del universo, porque en ella yace la vida que piensa y habla, desde que se formó, ha tenido, sin parar, transformación continua.
El hombre ha afrontado todas las amenazas terrenales y ha salido avante por su inteligencia. Desde las fieras, los mamuts, enemigos visibles, hasta los virus y bacterias, enemigos invisibles. Y los ha domado a todos. El cáncer, por ejemplo, poco a poco, será vencido. Es cuestión de más tiempo. Tal vez no lo veamos, como la llegada del hombre, de cuerpo presente, a Marte: El planeta hermano.
El impacto de la debacle se ve disminuido por la velocidad con la que se transporta el conocimiento.
Ya no tendremos los 50 millones de muertes que produjo la gripa española, porque el ser humano, se comunica más rápido que antes.
A pesar de que muchos ciudadanos, desde su ignorancia, le echan la culpa de todos los males del mundo, a los medios de comunicación. Sin ellos, hubiera sido imposible la vacuna, que tuvo su base en trabajos realizados hace 10 años, con el coronavirus. Por eso, este se llamó “el nuevo coronavirus”.
Pero, fue la comunicación (y no hablo solo de la producida por la radio, la prensa o la televisión, también muy importante en el presente proceso) la que permitió un hallazgo rápido.
El mundo siempre tendrá científicos, como siempre tendrá comunicación, porque siempre habrá alguien que piense y hable.
Con esto que está pasando, se confirma el verso bíblico que reza: “Todo lo que pasa en el mundo, es del mundo, no del Padre”.
Una final: No bajemos la guardia. Hasta que la vacuna no se inocule.
Seguimos siendo sujetos de tiempo, velocidad y comunicación.