Sobre La montaña sagrada y los vicios de nuestra sociedad

Alejandro Jodorowsky en rodaje. Fotografía tomada del sitio web del proyecto Memoria Chilena, de la Biblioteca Nacional de Chile.

11/03/2021 – Maria Alejandra Tangarife Toro.
Esta película, dirigida por Alejandro Jodorowsky en 1973, pone hoy frente a la humanidad un espejo en el que se ve que esta no ha cambiado desde entonces, solo ha envejecido a través de los mismos defectos.

La montaña sagrada está cargada de simbolismo y metáforas que describen un mundo aparentemente irreal, con situaciones descabelladas y personajes absurdos, sádicos si se quiere; sin embargo, lo cierto es que al estilo del mejor surrealismo cinematográfico esta película pone en evidencia una sociedad sumida en el espectáculo, en el consumo desenfrenado, en la guerra y la banalidad. Un fiel retrato de la humanidad en siglo XXI.

Muchas de las escenas son cortas, con paisajes sonoros muy básicos, en las que el humano, el animal y un vaho onírico recuerdan una de las obras más emblemáticas del surrealismo: Un perro andaluz, realizada en 1929 por los españoles Salvador Dalí y Luis Buñuel.

Por su parte, Alejandro Jodorowsky, de nacionalidad chilena, no siempre se dedicó al cine; de hecho, en su juventud fue estudiante de Filosofía con intereses por el teatro, a los 23 años viajó a París y allí se convirtió en mimo y actor. Llegando a sus 30 años se radicó en México, donde conoció el mundo de la psicología y la meditación. Cuando pasaba por su cuarta década de vida fue que se dedicó a la dirección cinematográfica y la redacción de guiones para cómics.

No es sorpresivo que a través de su labor audiovisual y bibliográfica se perciba su misticismo, introspección e ideologías. El director del filme La montaña sagrada ha construido el término psicomagia, que se define como una técnica terapéutica que combina el psicoanálisis y los rituales chamanes. Aspectos que relucen en esta película, pues los personajes principales buscan, a través de un guía espiritual y alquimista, encontrar la vida eterna y la sabiduría.

La construcción de esos personajes son una inteligente encarnación de los vicios que atraviesa la sociedad actual, como la ambición, la apatía, la violencia y el consumismo. El viaje que nos hacen durante la película por la vida de cada una de esas figuras es similar al que nos describió en 1929 Antoine de Saint-Exupery, de la mano de El Principito, quien recorre múltiples planetas conociendo los protagonistas de cada uno, ensimismados en su ideología.

Dentro de los personajes de la película, en Venus nos muestran un industrial dedicado a fabricar y vender vidas falsas, pues en su diálogo afirma que “la gente desea ser amada no por lo que son, sino por lo que aparentan” haciendo referencia a las máscaras que comercia su fábrica, pero también al culto frívolo que existe actualmente por la apariencia física y lo superficial. Pasando a Marte, nos muestran que una mujer poderosa se dedica a vender armas letales como bombas y gases; situación que no se aleja mucho de los contextos bélicos que se viven en la realidad. En Júpiter el “arte” es vendido por un hombre que utiliza cuerpos como objetos de placer, sin cabeza, sin raciocinio; con lo que se hace referencia a la visión mercantil con que se perciben hoy los cuerpos humanos, que son meros ganchos de los productos del mercado. En Saturno, un hombre fabrica juguetes de guerra y entrena niños para pelear en esta y su principal cliente es el gobierno; tan coincidente con el mismísimo entorno geopolítico que nos cobija en esta realidad. Así sucesivamente nos muestran hombres y mujeres que primero nos parecen sacados de un mundo distópico, pero si nos fijamos bien no son más que seres que en verdad existen en las ciudades y los países de este planeta.

En este orden de ideas, los personajes, los colores, las escenografías y el guion de La montaña sagrada son una crítica construida de manera simbólica a las personas que manipulan las sociedades, a los hombres y mujeres que en búsqueda de poder pierden su humanidad, desconocen la dignidad de demás y llegan al culmen de la apatía.

Hoy parece un buen momento de nuestra historia para mirarnos al espejo y pensar si es ese mundo disfuncional al que seguiremos aspirando ser.

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