Por Gustavo Castro Caycedo
Hoy estarían indignados con lo que sucede en la Isla de Providencia, el pirata galés Henry Morgan, que montó en el Siglo XV su comando central de actividades en el archipiélago de San Andrés, Providencia, y Santa Catalina; y el corsario francés Luis de Aury, Libertador y protector de esas islas, quien instaló su cuartel general en la hoy destruida, “Old Providence”, (“Vieja Providencia”), donde murió el 29 de Agosto de 1921, en la casa de Mary Hill, “en brazos de su compañero Agustín Codazzi, y en compañía de su amiga Lucinda Barr, y de una esclava”.
Ellos que afrontaron borrascas y vendavales, tal vez nunca imaginaron que los 17 kilómetros cuadrados de Providencia fueran devastados por un huracán categoría 5, bautizado Iota, durante la noche del 15 y la madrugada del 16 de noviembre. “generó olas de casi 20 metros de altura, arrasó con el 98% de las casas y edificios, el 90% de los árboles; mató a cuatro personas y dejó más de 5.000 damnificados que luego, (el 16 de noviembre), recibieron la visita del presidente que fue a ilusionarlos y a “pasear en cuatrimoto”, (como cualquier turista); pero que hasta hoy, como es ya tradicional en él, ha quebrantado sus promesas.
“TENEMOS UN PLAN DE RECONSTRUCCIÓN EN NO MÁS DE 100 DÍAS”.
Los viejos providencianos se sienten defraudados porque el presidente “paña” (continental), les dijo: “Tenemos un plan de reconstrucción de Providencia en no más de 100 días”. Prometió la construcción de 1.134 casas, de ellas 130 para mayo, pero solo han edificado tres; y el techamiento o reconstrucción de 837, de las cuáles en más de medio año va apenas la mitad. Por eso sufren algo que es tan triste como el terrorífico paso del huracán que destruyó sus viviendas y arrasó su isla.
Ellos viven sus días a la intemperie, (algunos bajo pequeñas carpas); porque los engañaron; aún no tienen dónde encerrarse a lamentar su desgracia porque duermen entre las ruinas, centenares sin techo para aguantar la temporada de fuertes vientos, torrenciales aguaceros, tormentas y el riego de posibles huracanes
Estos compatriotas extraterritoriales que estrenaban vestido el 20 de julio, a pesar del abandono al que están sometidos aún cantan orgullosos el himno nacional de la República de Colombia cuando juega nuestra selección de fútbol.
Un isleño le declaró a un periodista: “El gobierno dice en televisión que las cosas andan bien; maquilla nuestra realidad”. El comunicador anotó: “Un día en Providencia es suficiente tiempo para entender que esa pequeña Isla que está a 720 kilómetros de las costas colombiana y a menos de 150 de Nicaragua, sigue en emergencia permanente.
Las “autoridades” minimizan con disculpas lo que vienen revelando los medios. El clamor providenciano se resume en algunas de sus frases: “Queremos que en la Colombia continental sepan lo que está sucediendo aquí”, “Que nos tratan peor que a los venezolanos”. “Que están afectando la vida de miles de isleños. “Que vienen días muy difíciles”. “Que es hora de que el gobierno cumpla luego de más de seis meses de promesas y mentiras”. Pero aquí dicen que eso es solo “mala prensa”.
CON INSANIA “PIDIÓ A LOS DAMNIFICADOS RECOGER LOS ESCOMBROS”
El mar de muchos colores bordeado por arenas blancas como la nieve, (que seguramente envidiarían en Hawái), tapizadas de escombros, las palmeras que quedaron en pie hoy cansadas de resistir, y las bellas casas de madera, mezcla arquitectónica inglesa, holandesa y africana, devastadas por el huracán Iota, son hoy cicatrices en el alma de los providencianos, que se suman a la desidia gubernamental y a la indignación porque el presidente, con insania, “pidió a los damnificados recoger los escombros”; tal vez refiriéndose a las casas remendadas o aún destartaladas que no se ha caído porque El Señor, no lo ha querido.
En Providencia ven a Iván Duque, Duque, como “un capitán de barco que lo abandonó al naufragar”, sin compromiso”, que dejó la nave abandonada en manos de Susana Correa, la jefe del inmensamente millonario pero ineficiente Departamento de Prosperidad Social, (DPS). Ineficiente funcionaria ordenadora burocrática del gasto y protagonista de mil disculpas y falsos compromisos que han convertido en naufragada a toda la isla.
Según habitantes de Providencia, “desde hace más de medio año por segunda vez el presidente nos engaña; la primera cuando vino a hacernos promesas al día siguiente de posesionarse y a decir que destinaría un avión de la FAC para cubrir permanentemente emergencias y al servicio de la salud, pero fue una mentira”.
Un mensaje isleño al interior, al presidente, es preciso: “Aquí las cosas están muy mal: la isla se nos está acabando de morir, por favor vuelvan sus ojos a este que era hasta noviembre uno de los parajes más bellos de Colombia; rescátenlo del naufragio. Es lo único que pedimos”.
Promesas que se las llevó el huracán de don duque, en minúscula.