¿Nos debe preocupar la contaminación auditiva?

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Por Maria Alejandra Tangarife Toro | 24/04/2021.
Maquinaria pesada en pleno trabajo, equipos de sonido a todo volumen, el ruido vehicular, un par de perros ladrando desde cada extremo de la calle, el llanto impredecible de un bebé, otro equipo de sonido que quiere reventar para sonar más duro que el otro; todo esto se ha vuelto paisaje en muchas de las ciudades de Colombia, donde el ruido es el agente constante.

Se suele debatir respecto a factores medioambientales como la contaminación hídrica y la contaminación del aire por emisiones de gases; pero pocas veces se entra a revisar la contaminación acústica del aire. Según el Ministerio de Salud, dentro de la población del país entre los 25 y los 50 años, existe una prevalencia del 14 % de la pérdida de la audición debido a la exposición al ruido.

Para el Ministerio de Salud, los efectos en el bienestar físico y mental son claros, pues afirman que los altos decibeles están directamente relacionados con la pérdida de la audición, la inestabilidad emocional, generando cuadros de estrés o ansiedad, trastornos del sueño e incluso baja productividad.

Agregando a lo anterior, los altos niveles de ruido pueden ocasionar pérdidas en las vidas de animales silvestres y domesticados, pues este produce desorientación en las aves y de tal manera se dificulta regresar a su nido donde los huevos ya estarán desprotegidos. Incluso, se subestima este problema de contaminación acústica relegándolo solo al ámbito urbano, cuando en la ruralidad también genera efectos adversos.

En épocas de alto flujo turístico en parques y reservas ecológicas el ruido de los humanos dificulta la capacidad de escuchar de algunos animales que dependen de este sentido para cazar. También afecta rituales de apareamiento entre aves cantoras, o en ranas que usan su croar con este fin, pues los machos usan decibeles más altos debido al ruido exterior y terminan siendo rechazados por las hembras.

Entonces, debido a que en los ecosistemas no hay acción que no surta efecto en otras especies, también las plantas disminuyen por la falta de aspersión natural de semillas con la que cumplen algunas aves. Y ya se sabe que de las plantas también dependen muchos otros organismos. En otras palabras, es una cadena de efectos nocivos la que surge de la contaminación acústica o sonora.

Si bien la normativa colombiana ha especificado desde el 2006 los niveles de ruido en decibeles permitidos según cada zona física y geográfica, a través de la resolución 0627 de 2006, es una directriz que en el papel se ve muy bien, pero que al no ser ampliamente socializada no tiene otro destino que ser ignorada.

Por ese motivo, en las grandes ciudades es necesaria la conversación entorno a la norma, pero sobre todo en torno a los efectos dañinos de la contaminación acústica del aire y a las acciones que como ciudadanas y ciudadanos son nuestro deber cumplir para preservar nuestra salud y la de la naturaleza.

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