De la obra: La Magia de las Plantas: Cocinar es un arte de amor (Primera edición junio de 2013)
Por: Helen Fares de Libbos
Siempre recuerdo algún plato de los que me preparaban mi mama y mi abuela, y no es de extrañar porque el plato materno fue mi primer referente culinario. Ese primitivo contacto que tuve con las sales, el azúcar, el ácido del limón y el aceite de olivas.
En nuestra tierra vivimos entre arboles de olivo desde hace seis mil años.
La sorpresa de descubrir el universo de los sabores queda tatuada en la memoria para todos los días, porque comer es un placer.
Para mí, la pasión que siento por la cocina es lo que me impulsa día a día a hacer lo que hago, es la más maravillosa herencia.
Mi abuelo preparaba medicina con las hierbas y mi mama y mi abuela, las utilizaban en la cocina.
Mi madre y mi abuela, dos mujeres de irrepetible sazón que me dejaron la herencia de las posibilidades de la gastronomía, yo le añadí el arte de amor por la comida.
En mi casa de infancia la mesa siempre fue una especie de ritual que congregaba a la familia entera, también había lugares dispuestos para la visita, para compartir el bocado con amor y sin falta de alimentos.
Los alimentos eran abundantes pero humildes, nunca tuvimos grandes lujos, pero todo lo tuvimos con mucho amor.