La obra de Filomeno Hernández nos coloca indiscutiblemente frente al artista que expresa la riqueza, la sensibilidad aguda, la fantasía y la desbordante manera de transmitir un mundo extraño, quizás mítico que brota del misterio de una imaginación que nos recuerda el cuento mágico, misterioso, fuera de lo común e incluso de ficción, pero que nos regresa a la vez a la realidad. Pájaros, esferas alargadas y recuerdos de un desarrollo mecanizado cuyos detalles, delicadamente dibujados, como bordados de tejidos lisos o ligeramente rugosos, se introducen y destacan para darle carácter, exuberancia y pesadilla a cada obra. Sus máquinas de “coser ideas”, como el mismo Filomeno Hernández suele llamarlas calmada y serenamente, nos hacen pensar en la industria que produce mecánicamente cientos de objetos pero que, a través de su imaginación, adoptan formas y epidermis de órganos o vísceras que se destacan por sí mismas, por su voluntad de expresión y de mensaje.
Sus cuadros son un ejemplo complejo, quizás intrincado y tortuoso, de querer forzar el pensamiento, lo que va más allá de la imaginación, lo que se mezcla indefinidamente entre el sueño y la pesadilla y queda dibujado y tratado pulcramente sobre el papel. La suavidad de los colores, anaranjado de inminente ocaso, ocre de metales y óxido, azul diluido, marrón sombreado o negro de ceniza y humo, afirman la coreografía de un escenario delirante y casi sobrenatural y surrealista. Sus figuras dominan el espacio que ocupan y nos conducen, involuntariamente, a un estado de atrayente reflexión, de interpretación y de comprensión. En Filomeno Hernán- dez encontramos al artista discreto, reservado, sencillo, taciturno pero humano, que lleva en su vida de pintor y de infatigable luchador de anécdotas, de encuentros y de escenarios sorprendentes, experiencia de riqueza literaria como de profundo sentido filosófico. Todas sus facetas hierven en su mente de dibujante, gravitan alrededor de pensamientos que él sólo sabe transportar al espacio de un cuadro que si bien está limitado por su marco, es extenso y profundo en cuanto a su sentido. En este artista encontramos al soñador que quiere ir más allá de lo puramente real, a la persona que maneja admirablemente, tanto su técnica del acrílico y el grafito como su misteriosa inclinación de pintar los sueños.
Felipe Vargas Maza, Ginebra (Suiza), 1994.
“Su voz es un silencio encendido de pinceles que gritan figuras repletas de realidad: hirientes perversas irreverentes repletas de pueblo enfurecido”.
Misael García.
Felicitaciones maestro Filomeno orgullo de nuestra Tierra, un abrazo gigante.