Los tableros de clase ahora son pantallas, pero en Bolivia están apagadas

Por Carlos Roa | 22/03/2021.
Que triste es ver cómo una pandemia pone freno a todas las políticas públicas o planes de gobierno local y nacional frente al tema de la educación en los países de América Latina. De verdad da mucho pesar que el COVID-19 desmorone las estrategias a nivel educativo, de calidad para los jóvenes de nuestro continente. Pero, esperemos un momento. ¿Y si tal vez todo este confinamiento permitió ver el abandono y atraso de los Estados latinoamericanos frente a las falencias del sistema educativo que no tiene capacidad, ni las herramientas para enfrentar una pandemia o alguna loca prueba de Jumanji?

Cambiando de juego, Bolivia tiró los dados en el Monopoly y resulta que no tiene infraestructura para suplir la demanda escolar que exigen las clases virtuales, que no hay dinero, no hay tecnología, no hay capacitación del gremio docente para dictar clases virtuales, no hay internet, simplemente no hay.

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El país está enfrentando una serie de desafíos para llevar las clases a las casas de las niñas, niños y adolescentes desde la virtualidad, pero hay un problema social, económico, logístico y tecnológico que impide llevarlo a cabo.

El 2 de agosto del 2020, la ahora expresidenta Jeanine Añez, clausuró el año escolar bajo la premisa de preservar la vida, evitar los contagios y la saturación del sistema salud en una Bolivia azotada por el COVID 19. Pero, dejando de lado el tema salud, el otro problema real es que el país perdió el año por vago porque no ha invertido en la logística de unificar la tecnología y la educación a los sectores mas apartados.

“La gran mayoría del área rural no cuenta con internet, los niños no tienen internet. La fibra óptica sólo llega a las ciudades. No hay condiciones… por lo que hemos visto conveniente clausurar el año escolar”. Fueron las declaraciones de Yerko Nuñez, ministro de la presidencia de Bolivia, y con esto no solo se da un cierre de escuelas y universidades, sino a todos aquellos programas de alfabetización y aprendizaje, sumados a que el Estado no tiene capacidad para otorgar el derecho a la educación y de expandir esta brecha de desigualdades sociales.

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El gobierno creó el decreto 4260, en el que no solo explica las razones suspensión de clases presenciales, sino que muestra la alternancia educativa a las modalidades semipresenciales, a distancia y virtual, las cuales en la vida real tienen todo tipo de carencias a las condiciones logísticas, de conectividad y acceso que no cumplen con los aspectos socioeconómicos de los bolivianos.

Según los datos de la encuesta nacional de opinión sobre tecnologías de información y comunicación (TIC) elaborada por la Agencia de Gobierno Electrónico y Tecnologías de Información y Comunicación (AGETIC, 2018): solo en las áreas urbanas el 42% de las familias tienen computador y un 10 %tienen internet fijo. En cambio, en las zonas rurales el 18 % de las familias tienen computador y el 3% tienen internet fijo.

El atraso escolar en cualquier país genera una serie de problemas sociales que se muestran en que los niños y las niñas no desarrollarán las capacidades y habilidades técnicas y blandas. Se genera desigualdad, el acceso a oportunidades, la deserción, perdida del ritmo y la disciplina y sin mencionar los retos de la educación virtual que son el cambio o transición aun modelo nuevo, alterno y diferente en el que se debe gestionar en los jóvenes el aprendizaje autónomo y la constancia en sus estudios. También es clave el entorno familiar, que los padres sepan que la educación de los niños es esencial y que el hecho de vivir en las zonas rurales puede implicar a que, si los niños no estudian, entonces deben apoyar a las labores de la casa, el campo, entre otras, apartándolos cada vez mas de la academia.

Desde la virtualidad el 93,2 % de los jóvenes en Bolivia dice no estar aprendiendo nada o casi nada en las clases virtuales, además cuatro de cada diez niños aseguran que no están recibiendo clases virtuales.

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El gasto en la enseñanza virtual en Bolivia es inmenso porque no solo es abarcar el acceso y conectividad a las poblaciones apartadas, sino en crear las plataformas digitales y tecnológicas adecuadas para los estudiantes y docentes. Se debe tener presente que la infraestructura en el campo no solo de Bolivia, sino de los países latinoamericanos es precaria. Muchos colegios carecen de servicios como el agua, la electricidad, por lo que seria mucho mas complejo el otorgar un servicio de internet y de equipos necesarios para el estudio de las personas.

En febrero del 2021 se retomaron las clases bajo la bandera de Luis Arce, en donde se está volviendo a lo presencial, semipresencial y educación a distancia. En el que el gobierno ha imitado las medidas de sus países vecinos en usar los medios de comunicación, textos gratuitos para acercar a los estudiantes a sus clases.

El mal no es solo de Bolivia, abarca a los países latinos, pero hay que reconocer que cada nación ha manejado y solucionado sus problemas acorde a sus posibilidades, se está repensando la manera de educar y si bien muchos de los problemas entre países a nivel educativo rural son bastante parecidos el caso de Bolivia es preocupante y mas cuando este no ha sido visibilizado porque lo único que es mediáticamente relevante de este país es quien va gobernar, las elecciones y las polémicas de sus dirigentes.

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