Por: Laila Libbos
En medio de mi soledad, ella me ha dado la oportunidad de acercarme a ella, de pensar en las cosas buenas de su presencia y concluyo que luego de conocerla, reconozco que la he tenido olvidada, que, aunque la soledad puede ser producida por la duda, que la considero como una infeliz y perdida avecilla que en ocasiones me rodea y la que es posible que me genere dolor, la soledad siempre está conmigo y concluyo que la soledad es una bendición que viene vestida de compañía, ahí es cuando comulgo con el refrán que reza: “es mejor solo que mal acompañada”, aunque en realidad no estoy sola, estoy con ella.
A pesar de que en muchas ocasiones he tratado de dejarla y de culparla de las cosas que considero malas y que me suelen suceder, ya me conoce tanto que no lo permite y me hace caer en cuenta que su presencia es por mi bien, que me quiere mucho, que por eso no desea desampararme, esto es con el fin de darme la oportunidad de pensar correctamente, tomar buenas decisiones, para poder obtener paz, tranquilidad, sabiduría y de orientarme para que continúe el camino correcto.
¿Qué sería de mí sin mi soledad? Pues, pasaría la vida angustiada, insegura, temerosa y con la incertidumbre de desviarme del camino que debo seguir.
Entre ella y yo, tenemos una comunicación directa, ella me ha confiado sus secretos, yo le cuento los míos, por esa razón, me liberan de mí misma y lo mejor es que nunca me abandona, siempre está ahí, se convirtió en mi mejor, fiel y leal amiga, consejera, es mi única y la mejor compañía, su presencia me hace falta, por lo tanto, en ella encontré una compañía y la felicidad.