¿”Empacando un paquete” chileno?

Por Fernando José Calderón España.

El discurso de Alejandro Gaviria es un catálogo de generalidades. Las mismas que nos vienen preocupando desde 1991.

Ese año se promulgó otro sumario oficial que no solucionó nada y nos puso en el camino de la corrupción formalizada y aceptada como un mal al que le pusieron buena cara ciudadana. El ciudadano de bien fue convertido en cómplice.

Nariño, el prócer, en su defensa cuando fue a juicio por el desfalco de la tesorería de los diezmos, alegó que había hecho lo mismo que sus antecesores, ciudadanos de bien.

Creo que desde ahí se patentó que los sucesores hacen lo mismo que hicieron los antecesores.

Volvamos a Gaviria.

Me pareció que montó un acto teatral bien logrado. Su puesta en escena, su cabello desordenado para dar la idea de genialidad, su tono suave y satinado, la camisa con el blanco puro porque más blanco no se puede, que da la idea de limpieza por dentro y por fuera; el fondo lleno de libros para afirmar que lee, escribe y sabe; su lectura del teleprompter muy bien entrenada, su cara matizada por el rosado de la buena salud y los lentes cuadrados de profesora recién llegada a la cátedra universitaria, nos despierta la sospecha de la cosmética electoral que usará en su pretensión de explotar la heroicidad que le inventaron, después de su prueba superada en salud que todos celebramos.

Las generalidades no aterrizaron en nada concreto que cautivara la desesperanza colectiva. Y eso que llamó al relato esperanzador.

Como las leyes, cuando se reglamentan, deberá construir una oferta más estucada y pulida, pero sobre todo más concreta para que se salga del modelo antiguo y aceptado.

Si, por ejemplo, se arriesgara a ofrecer en su gobierno una educación superior gratuita y para ello la multiplicación de la Nacional en todas las capitales regionales del país, lograría salirse del discurso estético y sosegado que tiene pensado imponer.

Pero, no. Se quedó en un barniz con pintura de lujo y tapó bien el moho de los muros que cercan las ilusiones consuetudinarias de los colombianos rasos.

No sé por qué, pero se me pareció tanto a Belisario.

Cree que si se puede que haya futuro.

Una amalgama en la promesa de Betancur y su tocayo de apellido, Gaviria.

Ojalá no se esté “empacando un paquete” chileno.

No lo digo porque haya nacido en Chile. No.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *