Por Fernando Calderón España.
Lo escribió Eduardo Lozano y lo describió muy bien. Los radiosucesos se marchitan.
Es una lástima que uno de los gigantes radiales haya tenido que fusionar sus servicios informativos con otro que estaba por debajo en prestigio y madurez. Una madurez que produjo más de 70 años de radio y de buenos sucesos como aquel que anunciaron bajo el nombre de la “revolución”.
Gustavo Castro Caicedo y Juan Gossaín, con un grupo de periodistas, los más y locutores, los menos pusieron una vara alta en la radiodifusión colombiana, a través de la corneta mayor convertida en sigla.
La mañana de radiosucesos hizo celebridades que sería largo mencionar. Y esas celebridades la hicieron también célebre en las alboradas frías de la alta montaña o en las cálidas de las bajas tierras de Colombia.
Desde su matriz, con un nombre que recordaba parte de nuestra primera vida unitaria como República, la Nueva Granada, que se creó en 1831, después de la Gran Colombia, hizo sentir un agrupamiento de frecuencias que mostró el primer poderío de la radio en este país.
Su nacimiento, el mismo año de Caracol, otro imperio creativo, las hizo sentir a veces como hermanas, no como competidoras.
Quedarán muchos recuerdos de una fuerza que cruzó el aire colombiano con toda su potencia, con su amor por el oído de los otros, con sus cúmulos de nubes en donde se apretujan historias que algún día fueron noticia, o mejor, suceso, y que quedan allí para arrebatárselas con el tiempo.
Queda la tristeza de la cabina vacía, los pupitres de los alumnos remunerados del periodismo, y claro, el recreo sin recreadores.
¡Quería decir algo!