Cómo contar sin prejuicios una historia sobre religión y radicalismo

Fotografía de Masjid Pogung Dalangan en Unsplash

Por Maria Alejandra Tangarife Toro | 25/03/2021
“¿Cómo es que llevas tantas cosas en la cartera, y a pesar de todo parece que está vacía?”, le pregunta Dulcie al chico de pelo rojo, del libro El árbol de los deseos, de William Faulkner. Eso mismo podría preguntársele a la sociedad estadounidense. ¿Qué es lo que pasa al interior como sociedad?, ¿cómo es que son uno de los líderes en ciencia, tecnología y economía, pero al mismo tiempo son una sociedad con un intrincado problema de xenofobia, uso de armas y radicalismos?

El cine, como gran espejo de nuestro entramado social, nos pone enfrente una vez más un ejemplo. Los fantasmas de Sugarland es un cortometraje documental dirigido por el paquistaní Bassam Tariq y producido en Estados Unidos. Este fue estrenado en el 2019, y ganó el premio del jurado a corto de no ficción en el Festival de Cine de Sundance.

El cortometraje cuenta la historia de Mark, un joven afroamericano que solía vivir en Sugar Land, un lugar cerca a Houston, Texas; quien primero se convierte al islam y luego toma una decisión más radical: se une al Estado Islámico.

Los narradores son sus amigos, todos musulmanes, quienes cubren sus rostros con máscaras durante las entrevistas para proteger su identidad y evitar represalias en un país donde ser musulmán es entendido por algunos como ser un terrorista. Además, describen lo que ha tenido que soportar dicha comunidad en Estados Unidos después de los ataques del 11 de septiembre de 2001.

Esa es la delgada línea que intenta pintar este audiovisual, la diferencia entre la religión y el fanatismo, entre las creencias y el extremismo en una sociedad que muchas veces segrega a quien es diferente. También, otra dualidad de la que se puede reflexionar al ver este cortometraje es la que se encuentra en las redes sociales; un dispositivo de conexión y de comunicación, que es al mismo tiempo utilizado como un colonizador de mentes, un dispositivo de poder. No es un secreto que ISIS ha utilizado redes sociales para compartir sus métodos de tortura, de secuestro y su modus operandi en la guerra.

De hecho, se estimó hace unos años que en Twitter había para el 2014 alrededor de 46.000 cuentas usadas por ISIS. Las redes sociales pueden ser utilizadas por estos grupos como una mera plataforma para emitir información, pero al mismo tiempo permite una gran interacción. Así como la que tuvo Mark con ellos antes de viajar a unirse.

La personalidad de la figura principal, Mark –seudónimo que usan para no decir su verdadero nombre–, sus intentos por encajar, su conversión al islam (y su posterior malentendido de lo que es realmente aquella religión), sus preguntas sobre el islam y las razones de su radicalización son algunos de los temas que sus amigos tratan. Es un juego también del tiempo, pues el rodaje trae al presente un amigo que ya no está.

Sin duda, este documental nos confronta con los diferentes ángulos de una misma historia que teje pensamientos, amistad, religión y radicalismo. Este es también un intento por desentrañar tantos aspectos de la sociedad estadounidense, tan dual como todos los seres humanos en este planeta.

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