Beneficios y retos de las huertas urbanas o caseras

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Por Maria Alejandra Tangarife Toro | 17/04/2021.
Para hablar de huerta caseras es importante apoyarse en conceptos como soberanía alimentaria y seguridad alimentaria. Existen muchas formas de definirlas, pero en general, la primera, hace referencia a las personas que conforman una comunidad y se hacen partícipes y reguladores de los modelos en que se basa su alimentación y sus sembrados. La seguridad alimentaria es el acceso garantizado de una comunidad a la alimentación.

Con base en lo anterior, las huertas urbanas se han convertido en una alternativa eficaz para mejorar la soberanía y la seguridad alimentaria, pues al ser autogestionadas por una persona o comunidad y al permanecer cercanas a los consumidores posibilita un acceso inmediato, además de sano, a los alimentos.

Para un ejemplo, en el 2020 se calculaba que en la capital del país había 432 huertas urbanas. En una ciudad densamente poblada y urbanizada como Bogotá es un logro el hecho de contar con tantos espacios de ese tipo.

Además del incremento al acceso de los alimentos como ya se mencionó, a partir de las huertas urbanas se logra cruzar de un consumo de alimentos genéticamente transformados y cultivados con múltiples pesticidas a un consumo limpio y saludable.

Dentro de otros beneficios de este tipo de huerta se encuentran los económicos, puesto que, por ejemplo, en Medellín se estimó que una huerta representa un ahorro cercano a los 70.000 pesos en un mes para una familia. También el beneficio educativo, porque aquellas personas que dedican tiempo al cultivo de sus alimentos se hacen conscientes del cuidado que necesita la tierra, de los aportes nutricionales que cada fruta, planta aromática o vegetal brinda al cuerpo, así como del aprovechamiento adecuado de los desechos orgánicos para usar como abono en las huertas.

Incluso, a nivel comunitario el impacto de las huertas urbanas es aún más visible, porque se comparten saberes, se aprovechan más los espacios públicos, se permite romper con brechas generacionales, se rescatan saberes ancestrales y se incrementa el sentido de pertenencia.

Ahora bien, es un reto disponer de buen espacio, que si bien varía según el sembrado que se vaya a hacer, sí es indispensable que sea al aire libre para obtener la luz natural. Otro aspecto a tener en cuenta es la cantidad de tierra que se debe conseguir para que las semillas tengan espacio en el cual crecen sin problema, igualmente un contenedor que soporte el peso.

Finalmente, el mayor reto es dar el primer paso, para volcarse a tomar la decisión de invertir más tiempo en los alimentos a consumir, en el cuidado de la tierra y de las personas, en el aprovechamiento de los espacios y en la apropiación de saberes.

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