ASÍ PASÓ | 1950/53: COLOMBIA. DE LAUREANO A ROJAS

Por Jairo Ruíz Clavijo

El 7 de agosto de 1950 se posesionó Laureano Gómez y por las calles desfilaron centenares de manifestantes gritando:-¿¡Viva Colombia chulavita! Gómez quiso congraciarse con los Estados Unidos por su ideología fascista, así que ideó una forma de combatir al “comunismo agazapado en el liberalismo” y apoyar al país del norte en la guerra de Corea. Centenares de colombianos se alistaron en el famoso “Batallón Colombia”, único grupo que combatió en esa guerra de un país diferente a Estados Unidos.

En octubre de 1951 Gómez tuvo un infarto y se encargó de la presidencia a Roberto Urdaneta Arbeláez quien continuó la faena de exterminio del liberalismo y adoctrinamiento del país: En la Universidad Nacional y demás centros de estudios los profesores antirrepublicanos llegados de España y otros países, así como ilustres colombianos como Jorge Zalamea, tuvieron que emigrar a México y fueron reemplazados por mediocres catedráticos traídos de la España franquista.

No había pasado un año del gobierno de Urdaneta cuando el 9 de septiembre de 1952 llevaron a los cuarteles de la Policía en Bogotá los cadáveres de unos chulavitas muertos en encuentros armados con la guerrilla, los cuales se exhibieron en los patios donde se convocó al lumpen conservador para embriagarlos y excitar sus instintos salvajes. Esta chusma salió de los cuarteles con objetivos precisos: incendiaron las sedes de El Tiempo y El Espectador, la casa de la Dirección Liberal y las residencias del expresidente López Pumarejo y de Carlos Lleras. Cabe anotar que el hogar de López estaba a pocos metros de donde vivía el presidente Urdaneta y sus guardianes vieron impasibles como esta casa, como las ya citadas, fueron incendiadas, sin tratar de impedirlo. López y Lleras se exiliaron para salvar sus vidas y el embajador de Venezuela les brindó protección al igual que a centenares de colombianos que emigraron a esa nación.

No habían pasado dos meses del incendio de los periódicos y las viviendas de los caudillos liberales, cuando el canciller Juan Uribe Holguín dirigió al gobierno venezolano una misiva entregándoles el archipiélago de Los Monjes. El regalo de una parte del territorio nacional era con la esperanza de que Venezuela les entregara unos exiliados liberales. Por fortuna, esto no sucedió, pero el territorio nacional sufrió un grave menoscabo. Mientras avanzaba la carnicería Laureano Gómez continuaba con sus planes: Envió a Lucio Pabón Núñez, a Portugal nutrirse de las fuentes de Franco y Oliveira Salazar para imponer una nueva Constitución, decidió asumir el poder, nombrar como su sucesor a Jorge Leyva quien a su vez entregaría la presidencia a su vástago Álvaro Gómez Hurtado.

Pero sus planes se encontraron con los de Ospina Pérez quien quería reelegirse y tenía el apoyo de la mitad del conservatismo, del liberalismo y de las Fuerzas Armadas en cabeza de su comandante Gustavo Rojas Pinilla.

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