Por Remberto Burgos de la Espriella.
Misión Imposible, la serie televisiva de los años setentas, contaba una trama insuperable llena de infiltración, engaño y sabotaje. Se trataba de espionaje puro; era como ver a James Bond en TV. Recuerdo el inicio de cada capítulo, siempre “igual”: en algún rincón de un lugar público se escondía una grabadora con un audio que contenía las instrucciones de la próxima misión, las cuales escuchaba atento el líder del grupo. La cinta finalmente se autodestruía, no sin antes advertirle a su destinatario que, de ser descubierto, el gobierno negaría ser partícipe de cualquier operación que lo involucrara. El jefe planeaba la estrategia, convocaba a su grupo, establecía responsabilidades y delineaba tácticas. Cuatro personas de perfiles y habilidades distintas conformaban el grupo. Un técnico, un actor que se disfrazaba, el “musculoso” (fuerza y fibra) y la bella modelo. La serie duró 7 años al aire, ganó varios premios y fue el pasatiempo de todos en la época de la Guerra Fría.
¿Algún parecido con cómo actúan las vacunas que utilizan como plataforma RNA mensajero?
Veamos: la grabadora es la vacunación. La cinta son las instrucciones que contiene el mensaje genético (ARNm) para producir la proteína espiga (spike del inglés) y que contiene el mensaje (por eso la m en ARNm). En la vida real, esta intrusa proteína es la llave que abre la cerradura (el receptor del virus, abreviado ACE2) y genera la enfermedad cuando contagia a una persona. Pues bien, para hacer las vacunas de ARNm, se sacó este código de la cápsula del virus SARS-CoV-2. Este ARN mensajero artificial lleva una modificación en su código (la de un uracilo por pseudouracilo, una de las letras de dicho mensaje para la producción de esa proteína espiga). El material sintético es muy inestable y necesita cuidado extremo. Temperatura y protección. Por eso se escondió ese ARNm en una cápsula de lípidos. Esta cápsula lo protege, evita su daño o degradación antes de entrar. Una vez inyectada en el brazo se adosa al receptor de la célula y entra a su citoplasma, “la clara de la célula”. Ya dentro de la célula la cinta se autodestruye. La cápsula transportadora se derrite y quedan listas solo las instrucciones. Orden perentoria a las células: producir miles de copias de la falsa proteína espiga, que es inofensiva, y no enferma. Esta proteína espiga será luego reconocida por el sistema inmune, que una vez informado de su presencia se entrenará, como un ejército, para cuando el verdadero agresor llegue: el SARS-CoV-2.
El ejército inmunológico, como toda milicia, cuenta con soldados del frente de batalla, y los generales que los comandan. Los soldados son las inmunoglobulinas o anticuerpos (conocidos también como las “defensas”) y los generales son las células, llamadas linfocitos. Los anticuerpos van a neutralizar al virus cuando llegue, y los linfocitos, con su buena memoria, se encargarán de dar la orden para estar siempre atentos y organizar la tropa de ataque.
El estímulo incita a la vacuna a convocar a los duros del paseo: la inmunidad celular y sus linfocitos, dos generales de 4 estrellas. Veamos los detalles del alistamiento: el técnico y sagaz CD4, que hace todas las conexiones para reclutar soldados profesionales, y el CD8, tropero y decidido, que organiza al batallón. Trabajan juntos, táctica y acción, para acabar con la invasión. Y, antes de finalizar la batalla, graban en su memoria las características del enemigo. Así, ya sabemos cómo repeler un próximo ataque ¡Misión concluida!
Las vacunas que vendrán a Colombia utilizaron esta plataforma en su producción: Pfizer, BioNTech y Moderna. Una revolucionaria estrategia que cumple cerca de 30 años en su concepción y que crea un ARNm sintético que alerta al sistema inmunológico y permite organizar anticipadamente un batallón para defenderlo del ataque del SARS-Cov-2. Los expertos aseguran que esta plataforma, fruto de muchos años de investigación, acorta el tiempo de producción de las vacunas y permite replicarlas en caso de que aparezca una nueva enfermedad viral.
Las vacunas: eficacia demostrada del 95% en los trabajos previos! Pronto conoceremos el resultado del estudio de los 60.000 voluntarios, con importantes conclusiones que permitirían sepultar mitos que el desconocimiento y la suspicacia originan.
Me preguntan con frecuencia: ¿Doctor, usted se vacunaría? Respondo: “Soy cirujano de la penúltima moda. Tengo mi brazo listo”.
Gratitud: Académico Juan Manuel Anaya