“Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”

Por Padre General Roy Contreras P.

Entre gritos de júbilo, alegría y algazara, hemos escuchado frases oportunas, que nos sensibilizan y nos presumen en victoria como auténticos cristianos y personas de bien: “Los buenos somos más”.

En días pasados, propuse que a fuerza de fe tomáramos el destino de nuestro Estado colombiano, profundizar en este tema, me pone en gracia de vivir oportunamente el Evangelio, siguiendo los pasos y las palabras de aquel diplomático a quien por fe seguimos a convicción de voluntad movidos bajo la ley del amor.

En mis 20 años de vida religiosa, jamás he opinado o entrometido en un tema político, he transformado el mundo desde lo que soy y por la transparencia de mi trabajo social, desde lo que quiero y busco para por quien reza mi lema: “Siempre al servicio de los más necesitados”.

Entre otras voces de rechazo, agresiones e infortuita altivez, me he inmerso en la oración durante el transcurso de todos estos días, para transformar por la gracia de la fe, marchantes en sanidad y en alta espiritualidad, buscando en mis devocionales rezos, el futuro de los míos. Jesús, sintió compasión, levantó la voz y proclamó las bienaventuranzas, por ello; aplaudo a los hermanos religiosos y sacerdotes de la Iglesia Católica Romana, Anglicanas y demás denominaciones Cristianas, que salieron a las calles pacíficamente con rosarios y biblias en las manos, para pedir no violencia, que sea escuchada la voz del pueblo, y para gritarle al mundo que la iglesia no es cómplice ni mucho menos indiferente ante el dolor del que sufre.

Como Cristo, podría sufrir una y mil persecuciones más, de aquellos que en una óptica o posición distinta, han tergiversado mi mensaje inicial; me formé para ayudar, anunciar y denunciar, no para desde mi escritorio, emitir sentimientos políticos amparados en mis juicios de valor, que nada tiene que ver con mi misión sacerdotal.

Por tanto: en una última e imprudente opinión, consideró que aunque una caterva de delincuentes y desadaptados haya tratado de silenciar las voces de los sanos marchantes, tomándose el paro nacional para destruir y no construir. Éste no es un sentimiento general incitado o aplaudido por los buenos manifestantes, ya que para los cristianos auténticos, la búsqueda del amor, la paz y el bienestar de los pueblos, nos hace ser de Dios, por más desconcertados que nos encontremos por los destrozos en los desórdenes y desmanes, deberíamos preocuparnos y fijar la atención en la gran catástrofe que se avecina, gracias al sinnúmero de contagios por la irresponsabilidad de muchos.

Termino mí retórica, exponiendo que la teología de la liberación, nos enseña a contemplar el rostro de Dios en el que sufre, conmemorando que precisamente un 15 de mayo de 1917 el papa Benedicto XV, invitaba a los católicos de todo el mundo a unirse en una cruzada de oración para obtener el fin de la Primera Guerra mundial. ¿Por qué hoy no podremos nosotros tomarnos a fuerza de fe el destino de nuestro Estado?

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