
Por Jessica Giraldo Quintero | 21/09/2021.
Durante la crisis de los misiles cubanos de 1962, la ex senior de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos) la criptógrafa Juanita Moody fue clave para evitar una guerra nuclear entre EE.UU. y la Unión Soviética.
A principios de 1943, Juanita decidió ofrecerse como voluntaria para el ejército en una oficina de reclutamiento de Carolina del Norte.
Ingresó en el cuartel general criptológico del ejército en la estación Arlington Hall. Mientras esperaba su autorización de seguridad, la Agencia de Seguridad de Señales (SSA) la puso en un entrenamiento no clasificado en criptoanálisis; ella quedó fascinada con el tema.
Al final de la guerra, su supervisor le solicitó que se quedara, en lugar de retirarse, petición a la que accedió. En 1948, se casó con Warren Moody, un empleado que no pertenecía al área de Criptografía.
La Sra. Moody supervisó la respuesta diaria de la NSA, minuto a minuto, durante la crisis de los misiles cubanos como jefa del elemento principal responsable de la inteligencia de señales (SIGINT) en esa región.
Los soviéticos lograron montar un arsenal balístico nuclear que podía alcanzar la mayor parte del territorio estadounidense.
El trabajo de su equipo incluía rastrear mensajes de radio, datos de radares, comunicaciones electrónicas, sistemas de lectura de armas, documentación de barcos y cualquier otra información que pudieran interceptar.
El 24 de agosto, el equipo de Moody detectó que al menos uno de los barcos soviéticos que iban en dirección a Cuba cambió su rumbo y pareció girar de vuelta a la Unión Soviética.
Moody consideró que debía avisar con urgencia a Adlai Stevenson, embajador de EE.UU. ante la Organización de Naciones Unidas, quien al día siguiente debía dirigirse al Consejo de Seguridad de la ONU sobre la crisis.
Los funcionarios del Departamento de Estado se negaron a comunicar a Moody con Stevenson en mitad de la noche, pero ella hizo caso omiso y llamó al embajador directamente a su habitación de hotel en Nueva York. Más tarde, aseguraría que hizo aquello que debía, pues no le importaba la política.
Moody brindó los primeros signos positivos de que era posible una salida pacífica del conflicto.
También daba sesiones informativas improvisadas a líderes civiles y militares de alto nivel. A menudo trabajaba las veinticuatro horas del día, durmiendo solo unas pocas horas en un catre en su oficina.
En los años posteriores a la crisis de los misiles cubanos, la Sra. Moody fue asignada a puestos más altos dentro de la organización de producción de la NSA. Ella revolucionó los informes SIGINT y puso a la NSA en la Sala de Situación de la Casa Blanca.
Sin embargo, a mediados de la década de 1970, fue una de las voceras de la NSA durante las audiencias del Congreso y los medios de comunicación le atribuyeron equivocadamente abusos de la comunidad de inteligencia.
Juanita Moody se retiró de la NSA en 1976 después de 33 años de servicio. Fue la primera en recibir la Medalla de Logros de Inteligencia Nacional, presentada por el entonces director de Inteligencia Central, George Bush.