Uno más en la frontera

Por Beatriz A. Jáuregui

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-Qué es eso gritaba Marcos al otro lado del teléfono? Bernardo que son esos números. ¿Por Dios guey, dime qué pasa?

-Con voz casi imperceptible Bernardo repitió. Coordenadas…………por favor ayúdame…no puedo más……

– ¿Qué pasa guey adónde estás? Gritaba desesperado Marcos.

-Pasé…. Ya pasé… ayúdame por favor. No puedo más.

-Qué diablos pasaste?

-Estoy aquí. Por fin estoy …….

La voz de Bernardo se apagó. Marcos continuó gritando…Bernardo…. Bernardo, pero ya no hubo más respuesta y la línea ese cortó.

Qué hago, pensó Marcos. Trató dos veces de marcar a ese teléfono, pero no hubo respuesta.

Marcos pensó en ese momento que podría ser una broma. Bernardo era muy adicto a eso, pero recordó una conversación que habían tenido meses atrás, en la cual Bernardo le manifestaba con absoluta seguridad que en noviembre estaría allá.

Dios mío pensó Marcos. Lo hizo. Dios qué hago ahora. ¿Qué puedo hacer? ¿Qué hizo? Yo pensé que era mentira. Esto es peligroso. Cuantas historias no conocía de personas que lo habían intentado y fracasado. Gente que había pagado casi 20 mil dólares por llegar allá. Pocos lo habían logrado. Y los que morían en el intento, dejaban hijos, padres y una deuda impagable.

Otros a quienes si cuidaban cuando pasaban eran mulas y llevaban encargos. Estos se podrían decir irónicamente eran más afortunados.

¿Bueno y ahora qué hago? A quién llamo se preguntó Marcos. Decidió esperar a la noche y conversar con la familia. Llamar a Babahoyo, no era posible. Sería terrible para su hermana Leticia, con 90 años y con la salud comprometida. No podía simplemente llamar y decir: ¿Hola Leti, ha sabido algo de Bernardo? Tendría que dar muchas explicaciones si lo que acababa de pasar era cierto.

Mejor espero a que Bernardo vuelva a llamar. Volvió a sus labores, pero con el celular cerca por cualquier cosa.

Las horas pasaron y al llegar a casa en la noche, Marcos comunicó a la familia la extraña llamada que recibió.

Qué horror exclamó Rosita, su esposa. Seguro no llamaste a Leti. Dime que no. Donde esto sea verdad, ella se nos muere.

¿Pero y qué hacemos? Nosotros todos somos legales. Deberíamos avisar al 911. Que tal sea cierto. Yo no me perdonaría jamás de solo pensar que no hicimos nada.

Martha mijita, tú que hablas mejor inglés llama al 911 y cuéntales lo que pasó.

¿Marcos tienes las coordenadas? Dile a quien atienda que tenemos unas coordenadas que nos enviaron.

Después de informar al 911 y pasar las coordenadas que aún tenía Marcos en su teléfono, decidieron esperar a que alguien de la patrulla fronteriza se comunicara con ellos.

6 de la mañana y el teléfono suena nuevamente. Marcos entre dormido y despierto contesta. Su cerebro aún en español no entiende lo que le dicen. Tardó cinco segundos y solo una pregunta logró articular… ¿Bernardo was there? El oficial de la patrulla fronteriza, en perfecto español, le dijo que no habían encontrado a alguien en esas coordenadas. Marcos agradeció y siguiendo el consejo del oficial llamó más tarde a su sobrina en Babahoyo para preguntarle por Bernardo. Cualquier respuesta, estaré comunicándome con ustedes, se despidió Marcos.

Ya en la noche después de un día más de trabajo, Marcos logró comunicarse con su sobrina Angélica.

Angita cómo está todo? ¿Cómo va mi Leti? Cómo están los chicos como yo les digo. En especial Bernardo.

Ay, Tío aquí como dicen sobreviviendo. Mi mami bien. Los médicos dicen que no debe tener emociones fuertes, así que la tenemos engañada.

¿Engañada de qué exclamó Marcos? Pues tío es sobre Bernardo. Desde que se fue el mes pasado, no hemos sabido nada. Viera tío decidió irse para allá.

Marcos sintió en ese momento que el mundo se caía a sus pies. ¿Un mes? ¿Ir allá? O sea, venir aquí. ¡Dios mío que hice! La llamada, Dios la llamada…era Bernardo.

¿Pero cómo Angita, por qué no me dijeron nada? ¿Cuándo fue la última vez que supieron de él?

Tío hace tres semanas. Dijo que estaba bien en un sitio cerca de la frontera y que este fin de semana que pasó iba a cruzar. Según los cálculos debería ya estar en una ciudad grande. Tío estoy preocupada pues quedo de llamar al llegar y aún no sabemos nada. Claro tío, mi mami no sabe nada de nada. Se nos muere donde sepa algo tío.

Marcos terminó la llamada y con las manos en su cabeza se puso a llorar. El llamó, era él… no puedo creerlo. ¿Qué hice? ¿Qué hice? se repetía sin cesar. Las coordenadas…. las coordenadas. Era Bernardo. Tengo que hacer algo.

Recordó que el oficial le había indicado que zona era. Sin pensarlo dos veces y con algunos contactos que tenía, consiguió el teléfono del consulado. Era ya muy tarde pero afortunadamente en el mensaje de la contestadora le daban un teléfono para emergencias. ¿Buenas noches quién contesta? Señor se ha comunicado con el Consulado del Ecuador este es un teléfono de emergencias. En qué le podemos ayudar. Después de presentarse Marcos le contó la historia al funcionario, pero sin mencionarle muchos detalles. Solo que lo había llamado y mandado esas coordenadas.

¿Cuál era el siguiente paso? El funcionario llamó a la guardia fronteriza y pasó las coordenadas. Ellos prometieron ir nuevamente a ese lugar y revisar.

Dos días pasaron. La guardia no encontró nada en el sitio de las coordenadas. Sin embargo, siguieron rastreando la zona. En el desierto las distancias y visibilidad engañan. El segundo día 180 metros más hacia el norte de las coordenadas encontraron un cuerpo. Esa fue la llamada que recibió temprano el funcionario del Consulado.

Buenos días les estamos llamando para informarle que encontramos un cuerpo 180 metros al norte de las coordenadas que nos dieron. Este cuerpo será llevado a la Morgue. La identificación se hará como siempre con la muestra dentaria y si no es posible con muestra de DNA.

Al colgar. La tristeza de siempre. ¿Cómo dar a esta familia la noticia? Primero hablemos con los funcionarios de la zona donde se encuentra la familia, para establecer el procedimiento usual. La zonal tiene el contacto con la familia, pero hasta que nos sepamos que, sí es esta persona, no se puede comunicar.

Por otro lado, se le informó al tío.

Recuerdo que al colgar lo escuche levemente decir. Era él. Un mes pasó y por fin se identificó el cuerpo. Se le comunicó a la familia oficialmente.

¿De esto qué queda? Nada. Vendrán otros Bernardos. Algunos cumplirán

 su sueño y otros morirán en el intento. A la familia siempre le queda la deuda impagable de este viaje a ciegas. Y quienes lo promueven y se lucran de este negocio continúan campantes.

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