¡NO ABUSEN!

Por Fernando Calderón España, ignorante en política

Los politólogos, de academia o de cafetería, se equivocan cuando vaticinan los quiebres “democráticos” que podrían ocurrir como efecto de las medidas de todo tipo que ha provocado la pandemia y que han emitido todos los gobiernos. Auguran y auspician el autoritarismo.

Y se equivocan al hacer sus análisis sobre la base de la condición general de los pueblos que suponen sumidos en la absoluta ignorancia. Esto último puede ser cierto en nuestro país, diagnosticado muy bien por el mercader de la política, el venezolano Rendón.

Como curiosidad, los venezolanos siempre han tenido que ver con nuestro destino: Miranda, Bolivar, Anzoátegui, Soublette. El primero nos hizo la bandera y los otros tres con el neogranadino Santander, comandaron las tropas en el Pantano de Vargas y en el puente de Boyacá. También un J.J., pero no Rendón, sino Rondón.

Rendón, el mercader -y aquí no lo denomino peyorativamente porque es experto en Mercadeo Político- dijo recientemente que un 99% de los colombianos somos ignorantes. Y que por eso es muy fácil hacer una campaña e imponer a un personaje en la política colombiana. Sus razones tendrá.

Vuelvo al comienzo. Se equivocan porque ahora los pueblos, aunque ignorantes, son superiores en cantidad y una inconformidad canalizada hacia la rebeldía y la toma de las calles de las grandes ciudades, puede poner en aprietos a los gobiernos actuantes. Y hasta expulsarlos.

Eso es lo que estamos viendo en las últimas manifestaciones de ayer domingo en Estados Unidos, en Londres y en otras ciudades del mundo.

De las calles, el descontento puede pasar a las urnas y darle la voltereta al modelo, al régimen y al sistema.

Será algo así como una ignorancia bien administrada.

Aceptando que somos ignorantes, lo que no tienen bien claro los dueños del poder en el mundo es que el hambre no tiene sabiduría, ni ideología, ni partido político.

Así que ¡NO ABUSEN!

 

 

 

Pido Crédito

 

Por Fernando Calderón España

Es exagerado decir que enfrentamos una hecatombe, una tragedia colosal.

La pandemia lo es porque ha cubierto al planeta. En esa perspectiva el virus “cubre la tierra”. Y su cubrimiento es inmenso.

Aún en la posibilidad de volver a arrancar de cero, para muchos países llamados pomposamente en vías de desarrollo, el efecto de la pandemia no vulneraría la economía como para sacarle lágrimas al PIB.

Es más catastrófica la pobreza de 1.500 millones de seres en el planeta.

Fue más mortífera la ametralladora MG42 que disparaba hasta 1.800 balas en un minuto y mataba a cientos de soldados de uno u otro lado.

Es una tragedia la cuchillada diaria que le propinamos a la naturaleza.

La mentira aspiracional que pone a un montón de profesionales nuevos e ingenuos tras la movilidad y el ascenso social, a merced de la máquina ordeñadora de los créditos bancarios que les hacen creer que adquirieron pedigrí. Esa sí es una tragedia, sobre todo cuando se parte el travesaño de la escalera.

Siento que estamos en un hiperbólico instante. O, ¿Será otra exageración?

 

 

 

Nocturnal

 

Por Fernando Calderón España

Quienes hablan del manejo de la crisis generada por el virus y le dan ventaja a uno u otro, critican a uno u otro, y advierten de cualidades de unos sobre otros para administrar un pueblo u otro, lo hacen desde la ignorancia en torno del SARS CoV 2, un virus del cuál los científicos más reputados del mundo, apenas conocen un porcentaje mínimo con el que nacieron las recomendaciones que estamos acatando.

Si se ignoran aún muchas facetas del virus por parte de la comunidad científica, con mayor razón nuestros gobernantes carecen del conocimiento debido como para decir que lo están manejando idóneamente.

Lo que se hizo y se hace proviene de impulsos, visiones, sospechas, velocidad para pensar y recibir datos, decisiones sin fundamento científico (porque aún no existe el suficiente fundamento) y hasta suerte o “chiripa” como decimos en estrato bajo.

Se eligen políticas basadas en estadísticas y en experiencias de países que ya sufrieron tragedias mayores, pero no en evidencia científica, que aún se recopila.

A Duque, Claudia y hasta el alcalde más humilde se les abona su buena disposición para aprender.

Al virus no hay quien lo maneje acertadamente porque ni siquiera se deja ver.

Se ven si, sus estragos.

Así que no armen rivalidades entre un poco de pendejos gobernantes cuya constante es su ignorancia comprobada y supina.

Pobres los mandatarios que todas las noches se van a la cama llenos de más incertidumbres de las que no hay quien escape.

 
 

 

Tomando el sol

 

Por Fernando Calderón España

Se está haciendo trizas el modelo neofeudoliberal de los países que nunca pudieron ser capitalistas y cuya cúpula inmensamente minoritaria, que ha aprovechado el presupuesto estatal con infinidad de argucias, está hoy tambaleando. Porque está contagiada o desencajada.

Incluso, en el país prototipo de un “sueño americano”, que por ser sueño fue una ilusión, se aprovechó el asesinato vil de un negro para que la angustia neoliberal, allí si neoliberal, aflorara con todas sus lágrimas.

En los Estados Unidos ya hay mucha pobreza que se deja ver. Es normal observar en calles de Los Angeles, cuadras enteras con casas parecidas a las de Disney, que tanto han servido para entretener a los niños, ocupadas por adultos…y sus niños. En el país en donde los Boys Scouts eran una expresión clasista , sus carpas ahora son refugio de la tragedia económica.

En el modelo nuestro, el ascenso social comenzó a convertirse en descenso social, auspiciado por un enemigo invisible, o al menor, microscópico.

Hasta los grandes centros del vicio tambalean. Y eso que al vicio no le entraba ningún virus. Quienes fuimos borrachos lo sabemos.

Hoy, se está pensando en que solo con vestir, comer y dormir dignamente, -que no es lujosa y soberbiamente- ya es ENOUGH*. Uso el término en inglés, con la nostalgia del sueño americano.

*Suficiente.

 

 

 

¡Un grito pequeño!

 

Por Fernando Calderón España

El periodismo debe contribuir a la contención y mitigación de la pandemia, pero su relato lacrimal lo acerca al sensacionalismo y a una especie de “populismo mediático”.

Su protagonismo como parte esencial de la sociedad actual no se niega, pero su apoyo al testimonio, no puede tomar el rumbo de un guion hollywoodense.

Los medios son, ante todo, una vitrina en donde se exponen las verdades, dependiendo de quienes las produzcan, y a dicha exposición se le agrega la venta de bienes y servicios, a través de portafolios publicitarios que, bien vendidos, sostienen el recurso técnico y humano que los soportan.

Pero, la pandemia no puede ser un pretexto para explotar y dramatizar la angustia, el desasosiego, la sin salida, el precipicio, y la realidad de la miseria del ser humano.

Untar la lente de la cámara con sangre, hacer un primer plano de la lágrima deslizándose por la mejilla, meterle el micrófono al llanto del esmirriado, con recursos discutidos, orales o visuales, habría que evitarlos o sortearlos y, si acaso, sopesarlos con más ponderación en una sala de edición o en un consejo de redacción.

Desde esta tribuna humilde, escribe quien no es nadie en el contexto mediático de hoy, pero alguien a quien le perturba esa avalancha de construcciones informativas y cree que en la formación de la relación emisor-receptor deben interceder los lenguajes moderados que hagan del ser humano un valiente y un guerrero, pero no un atemorizado mamífero en una jaula de cuchillas.

Bogotá, una noche de pandemia.

 

 

 

Estados Unidos

 

Por Fernando Calderón España

USA hoy en día tiene muchos problemas sociales que se han profundizado con Trump.

El asesinato de Floyd fue una oportunidad para que los negros protestaran y a esas manifestaciones se unieran los blancos pobres y los hispanos más pobres aún.

El sueño americano terminó hace rato, sólo que apenas comienza a mostrarse el fin de la ilusión.

Hay que hacer todo lo posible por retener a nuestros jóvenes en el país y hacer que triunfen aquí en lugar de irse al extranjero a buscar incertidumbres.

Ser extranjero hoy, en medio de tanto radicalismo extremo, con un sentido patriotero y excluyente, no es un buen destino.

Lo vivimos aquí con los venezolanos.

Aquí vale la pena gritar el eslogan de la campaña antivirus: Quédate en casa!

 

 

 

Por Fernando Calderón España

La que apunta a preservar al hombre es más racional. Lo que pasa es que cuidar al hombre parece ser muy progresista. El agente más importante de la economía es el hombre. Por eso es una ciencia social, que lo estudia a él y su circunstancia productiva. En esta pelea, sólo el tiempo determinará quién tiene la razón. Eso es incertidumbre. Y como prima lo incierto, lo único verdadero es la vida.

 

 
 

Sobre una conversación fugaz

 

Por Fernando Calderón España

Comienzo por explicar qué es para mí una conversación fugaz. Es la que pasa por los medios de mensajería de hoy. Todos los conocemos. Son las conversaciones que se reducen al “sí” o al “no”. Al “hola” y al “todo bien”. Al “listo” y al “ok”. No hay posibilidad de argumentar porque en la fila hay 10 mensajes más. Iguales.

Recientemente, hablando en frases relampagueantes con una persona inteligente, me recordó el discurso de Gabo, en Zacatecas, en el Primer Congreso Internacional de la Lengua Española, que la prensa llamó “Jubilemos la ortografía” y que despertó una discusión bien buena sobre el verdadero sentido de la proclama del inventor de Macondo. El titulo real fue, “Botella al mar para el dios de las palabras”.

Esculcando la expulsión de sentencias que hizo García Márquez desde lo más profundo de su pensamiento fabricador de palabras, he encontrado lo que para muchos gramáticos y escritores no fue más que un mensaje provocador e incitador y, en muchas ocasiones, interpretado mal. Y lo logró. Varias de las críticas fueron acogidas después por los mandamases del idioma.

En entrevista con Joaquín Estefanía, el padre putativo de los Buendía, el dueño legítimo de la soledad, el mismísimo Nobel, no “muchos años después”, sino tan solo un año más tarde, descifró lo que aquella ocasión había escrito y dicho: “Sería absurdo que los que guardan la virginidad de la lengua estuvieran contra sí mismos. Pero la mayoría parece haber hablado sin conocer el texto completo de mi discurso, sino sólo fragmentos más o menos desfigurados en despachos de agencias».

¿Fragmentos? Sí. ¿Desfigurados? También. Es el trajín veloz de las palabras con tufo periodístico.

Probablemente, el frenesí que causó entre las tendencias anarquistas que anhelarían desbaratar un sistema lingüístico con estructura hizo que las incitaciones del hijo del telegrafista fueran más allá de su semántica.

El creador del realismo mágico, añadió: «Dije que la gramática debería simplificarse, y este verbo, según el Diccionario de la Academia, significa ‘hacer más sencilla, más fácil o menos complicada una cosa’. Pasando por alto el hecho de que esa definición dice tres veces lo mismo, es muy distinto lo que dije que lo que dicen que dije».

En lo atinente a la ortografía, GABO expresó: «Además, mi ortografía me la corrigen los correctores de pruebas. Si fuera un hombre de mala fe diría que ésta es una demostración más de que la gramática no sirve para nada. Sin embargo, la justicia es otra: si cometo pocos errores gramaticales es porque he aprendido a escribir leyendo al derecho y al revés a los autores que inventaron la literatura española y a los que siguen inventándola porque aprendieron con aquellos. No hay otra manera de aprender a escribir».

Como Gabriel García Márquez y Joaquín Estefanía tuvieron tiempo suficiente para conversar, lo que no ocurrió en la fugaz charla del aplicativo, se pudo dilucidar, “muchos días después”, el sentido estricto de la invitación del escritor en el Primer Congreso Internacional de la Lengua Española, llevado a cabo en Zacatecas y pretexto a la medida de quien, además, es el inventor de la palabra “condoliente”, para nombrar a quienes presentan las condolencias.

Acabo de darme cuenta que me convertí en “condoliente”, pues con esta nota presentó mis condolencias por una muerte que no se ha dado: la del buen lenguaje.

Bogotá, sesentena de 2020. 13 de mayo.
Casi llueve.

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