UN PENDEJO DELIRIO

Por Fernando Calderón España.

No creo en la ley de la compensación. Nunca he creído. La legislación popular dice que la compensación es una retribución igual o mayor por un acto humano generoso o egoísta, bondadoso o ruin, magnánimo o tacaño, ejercido en el pasajero viaje terrenal.

Y qué mentira. Es posible que esta construcción en el imaginario humano tenga muchos siglos de existencia. Y que haya sido acogida por el relato religioso cargado de metáforas, parábolas, hipérboles y fantasías.

Si la ley de la compensación funcionara, Tirofijo no hubiese muerto bajo la sombra de un frondoso árbol de la selva colombiana, aquejado solo por una abultada próstata, cansada de la probable abstinencia que produce la guerra. O, uno de los Rodriguez, que está pidiendo clemencia porque lo aqueja un cáncer en una celda gringa, no estaría tratando de aprender inglés, después del monumental mal que le causó a millones de jóvenes de allá y de acá, sino bajo la tierra, convertido en polvo, como el mismo polvo que llevó desolación, lágrimas, terror y tragedia a miles de colombianos y muchachos de todo el mundo. Incluidas sus familias.

Hoy murió Popeye. (Pido el favor de no volver a decir, “se fue” o “nos dejó”). Un tempestuoso cáncer, pero rápido como el viento huracanado, lo mató cuando la ley de la compensación hubiera afirmado la sentencia, también relatada en los libros denominados sagrados, de que “quien a hierro mata, a hierro muere”.

Y no traigo a cuento los miles de casos en los que la ley nunca ha funcionado, cuando tenía que funcionar, relacionados con los ladrones de la comida para los niños, los saqueadores de las arcas locales, departamentales y nacionales que han robado 50 billones de pesos en Colombia, de un presupuesto anual de 271.7 billones.

Si fuera por la compensación, los millones de pobres colombianos, caracterizados por su generosidad y solidaridad, habrían salido de su estado, hace muchos presupuestos.

Otra carreta más que aún hace delirar a los pendejos.

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