TRES DÉCADAS DE HORROR

Por: Rafael Chavarro Medina

Revelaciones absolutamente impresionantes.
Asombra comprobar que quienes más atacan y censuran y critican todas las medidas gubernamentales de sus colegas presidentes, fueron en su momento los que extremaron, a niveles aterradores, las desoladoras consecuencias del conflicto social colombiano.

Las cifras, inexplicables y aterradoras, señalan con su dedo acusador y sin atenuantes a ANDRES PASTRANA y al hombre que ha reclamado para sí mismo el título espurio y mentiroso del GRAN PACIFICADOR DE COLOMBIA.

Estas monstruosas cifran lo revelan como el hombre que mientras encabezaba un gobierno inmensamente excluyente, expoliador de tierras y usufructuario abusivo de los recursos públicos en todas sus modalidades, dedicó sus desvelos a bañar en sangre a este sacrificado país.

Hoy, Colombia debe reclinarse con humilde zozobra moral, para reconocer que le concedió a Álvaro Uribe Vélez su confianza y su credibilidad, dándole, además créditos por presuntamente “hacer vivible otra vez a esta nación”, mientras él, valido de ese aval generoso e ingenuo llevaba a toda la sociedad colombiana al más horrendo altar de sacrificio de estos dos siglos.

Ellos, ANDRÉS PASTRANA ARANGO y ALVARO URIBE VÉLEZ, permitieron –y en algunos casos lideraron- la mayor catástrofe humanitaria de la historia moderna del mundo. No tienen atenuantes que mitiguen en algo sus inmensas culpabilidades, porque presidieron gobiernos con pleno dominio de las instituciones civiles y militares, de los medios de difusión y de la opinión pública.

Estas brutales e incontrovertibles cifras, deberían obligarlos a someterse al silencio Total, y al retiro de toda actividad pública, mientras la lasitud de las más altas autoridades llega a su fin y se deciden a encausarlos como lo que aquí se observa que son: genocidas, criminales dotados del máximo poder. Autores de delitos atroces contra una población civil e inerme.

El presidente Juan Manuel Santos, es realmente rescatado por estas cifras dolorosas y ellas registran la disminución de la hecatombe humanitaria colombiana, durante sus dos gobiernos.

Este hombre, más allá del inmenso desprestigio y las sindicaciones que el Centro Democrático ha intentado atribuirle, puede mostrar hoy, que intentó detener la atroz matanza de este país y que el Nobel de Paz que se le otorgó, tuvo justificación y reconoció su meritoria presidencia en medio del caos sistemático que Álvaro Uribe le impuso a Colombia.

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