PRESIDENTE: LOS JÓVENES NO SON EL FUTURO SON EL PRESENTE

Por Gustavo Castro Caycedo

Como todo ser humano fui joven; pero no se me ha olvidado esa etapa de mi vida, por fortuna sin privaciones; por eso puedo “leer” a infinidad de muchachos que, obligados hoy por las circunstancias de inequidad social, tienen que desperdiciar su etapa de vida de mayor energía. En mi pueblo, conocí el drama social de muchos muchachos que eran de mi edad, pero que no marchaban. Por eso cuando oí decir al presidente Duque: “Los jóvenes son el futuro del país”, entendí su desenfoque conceptual, porque los jóvenes no son el futuro, sino el presente de Colombia.

El Estado sordo y ciego está endeudado con la juventud por no abrirle vías de participación para propiciarles una vida digna; o sea justa, equitativa, y más humana. Millones de, muchachas y muchachos de toda condición social, unidos, solidarios, indignados pero pacíficos desafiando el coronavirus se lanzaron a la calle legítimamente desde hace 24 días, sin distingo de clase. Universitarios y otros estudiantes con sus padres; informales, obreros, campesinos, empleados, y hasta niños; blancos, negros, indígenas… con una sola voz: que el gobierno los escuche. Muchos, sin empleo, con angustia, invocando su derecho a tener protección social y a trabajar, para que sus familias no se mueran de hambre.

A esos jóvenes colombianos que marchan desde el 28 de abril, y que son tema mundial, el gobierno que insólitamente ignora lo que pasa con ellos, los “macartiza”, los “mamertiza”, y los sataniza, ignorante aún de lo que realmente para. Por ejemplo, de que hay cuatro actores distintos en “el juego”, con problemáticas y expectativas diferentes, aunque coincidan en protestar, cada uno a su manera, protagonizando un sacudón político y social que Duque pareciera no haber dimensionado. Él no ha entendido que una cosa son los que marchan, otra los activistas del paro, otra los rebeldes, y otra los vándalos, y con un incomprensible “mecanismo de defensa”, los mete a todos “en el mismo costal”.

En 2020 y 2021, en las mediciones de opinión pública sobre el presidente Duque, las cifras negativas superan a las positivas. En la última encuesta de Invamer, (finales de abril), ”un 63.2% desaprueba su gestión”, y solo un 33,1% la aprueba. Y, “el 77,5%, cree que Colombia va por mal camino”. El importante Opinómetro, de la firma Datexco, (realizado entre el 5 y el 9 de mayo), estableció que el 75.1% está a favor del Paro Nacional, y apenas el 14.9% en contra; y que el 82.2% cree que el gobierno ha manejado mal el Paro.

Este Paro, en sí, es apenas una parte del movimiento social que ebulle en Colombia; es distinto a la inmensa ola de jóvenes que marchan pacíficamente, (son el 99%), y que expresan sus justos reclamos con altura y en paz, a través del arte, la música, la cultura, la creatividad y el civismo. Las multitudinarias concentraciones en Los Héroes, (Bogotá); el magistral concierto es Medellín, impactaron en el mundo. Ojo que los jóvenes no marchan por el paro en sí, sino por sus propias demandas. Si los organizadores de este lo levantan, los jóvenes seguirán su protesta hasta cuando el gobierno miope, (porque no los ve), se reúna, los oiga y pacte con ellos.

Otros, son activistas del paro que organizan bloqueos, (afectando el abastecimiento hasta de alimentos, medicamentos, y productos vitales), consideran que solo así lograrán sus reivindicaciones. Un grupo más, lo integran quienes destruyen lo que encuentran, y atacan a la policía, pero que no se dedican al pillaje. Y actúan también bandidos que infiltran el paro y las marchas, para “pescar en rio revuelto”, robando y saqueando, que por sus delitos deben atenerse a la ley, pero sin que los ajusticien.

También le oí decir en TV, a un joven: “Yo solo pedía que me supieran hablar, que no me humillaran, que comprendieran mi angustia; que me escucharan y me dieran una oportunidad. ¡Yo no me volví violento porque sí!”. Y a otro que le dijo al periodista: “Los jóvenes somos útiles solo para ponerle el pecho a las balas, sea en el servicio militar, como policías, en bandas y las pandillas, o en la guerrilla. La única opción que nos dejan es matar o morir.

DUQUE DEBIÓ REUNIRSE ANTE TODO CON LOS JÓVENES

Está bien que el presidente hable con los líderes del Paro, y con “enemil” sectores de opinión; hasta con la oposición; pero no que persista en el tremendo error de no sentarse frente a los protagonistas de más más de 700 marchas realizadas durante 24 días en todo el país. Debe dejar el temor a un lado y, oírlos ”en vivo y en directo”. No como ha sucedido, a través de una fría pantalla. Debe comprender que ellos no son lo mismo que el paro; que no son los vándalos con que generaliza. Debe enmendar su falla de haberlos desdeñado desde noviembre de en el 2019, cuando les prometió y no les cumplió. Está obligado a reunirse con ello y aportarles soluciones, no persistir en el error de olvidar que ellos son “el centro del huracán”.

Para resarcir la serie de despilfarros de recursos del erario, que “quebraron” a Colombia, el presidente intentó una desquiciada reforma tributaria, y por su “irredimible” terquedad no quiso retirarla a tiempo, tornándola en un “florero de Llorente”, que generó la ira del país, y en especial la de los jóvenes. Y tras abortarla, ha seguido menospreciado el peso que estos tienen, sin dimensionar su gran capacidad de comunicación en las redes para actuar colectivamente; y su firme decisión de persistir hasta cuando se sienten frente a él, porque antes los relegó a estériles y distractores monólogos virtuales con sus asesores, que no entienden sus dramas. El nunca imaginó el respaldo y la solidaridad del país, de otros millones de jóvenes, que, sin sufrirlos, comprenden y marchan solidariamente con ellos.

Las equivocaciones del presiente tras reclamos desoídos sistemáticamente, tienen al país en “pie de guerra”, y son directamente proporcionales a su desprestigio, registrado por todas las encuestas de opinión, y por las marchas gigantescas especialmente de jóvenes. Algunos medios, reiteran: “muchos de ellos se sienten defraudados por el abandono social de otros, y del actual gobierno” (…) “Por sus promesas falsas, incumplidas y dilatorias durante casi dos años”

Presiente Duque, no puede seguir equivocándose, usted debió reunirse con ellos, antes que con nadie. Cada muerto en el paro, o en las marchas, ha hecho crecer la protesta en más, más barrios y más calles, de más pueblos y ciudades. Aunque hay más que vienen de lejos. Los jóvenes indignados, (hasta de 26 años), conforman una franja que equivale a 21 millones 240 mil personas. El Centro Nacional de Consultoría, (CNC), estableció para CM&, que “el 31% de los jóvenes colombianos ha salido a marchar en todo el país; es decir 6’634.400 muchachas y muchachos. No olvide que esa “nube” de caminantes marchan es contra usted.

El “florero Duquista”, llevó al país a “la guerra de hoy” que ha causado más de 2.000 heridos entre civiles y policías; que ya cobró la vida de un oficial y 52 civiles, (“hoy son los padres los que entierran a sus hijos”), aunque el gobierno solo reconoce la del y 24 civiles. Es tan grave la situación que la Policía Nacional, informó que “adelanta 126 investigaciones disciplinarias contra policías por excesos y supuesto abuso de autoridad”. 28 jóvenes perdieron un ojo; se han denunciado más de 10 casos de violencia, sexual, entre ellos el de la niña Alisson August, quien se suicidó en Popayán, (paradójicamente), hija de un suboficial de la policía. Los hechos violentos en los días del paro se calculan en más de 2.000. La Fundación para la Libertad de Prensa, (FLIP), denunció 141 agresiones a periodistas. Vandalismo, destrucción, saqueos, incendios, bloqueos y más actos violentos, suman varios billones de pesos perdidos. Todo originado por el pérfido “florero”, que, si no hubiera sido roto, el país se hubiera ahorrado tanto horror, y por desgracia, el que vendrá.

El gobierno debería saber que la energía de la juventud que no se utiliza para construir paz, desdichadamente se desvía y fomenta la violencia. Los jóvenes piden ser escuchados, pero en serio, no simplemente para que se termine un paro; como en 2019. Algunos dicen que marchan desafiando el coronavirus que ha matado más de 83.000 colombianos, (como si hubieran muerto todos los habitantes de Melgar y Ubaté, juntos), porque: “nada tenemos que perder ya que nunca hemos tenido nada”. Y otros, acomodados, por solidaridad con ellos. Su “contraparte”, policías y soldados atacados y atacantes, también jóvenes con carencias sociales similares, sueñan, (pero en silencio) con beneficios sociales para sí, y para sus familias.

El presidente debería saber que, si sigue el naufragio de una avalancha de hojas de vida sin respuesta para los jóvenes, en las que va impreso el sueño de un puesto de trabajo para sobrevivir; que si les sigue prometiendo sin cumplirles; que si los desoye ahora y no les dan respuestas adecuadas, si no asimila su inmenso poder de convocatoria democrática como marchistas pacíficos; y los rebeldes, hará que crezcan esas minorías violentas hasta volverse imparables, y Colombia lo deplorará aún más. Como lamenta la pauperización de la clase media por la pandemia; que la pobreza haya crecido 77%; que 1’700.000 colombianos tengan solo una o dos comidas al día, y que Colombia sea el cuarto país más desigual social del mundo.

“IMAGEN DEL GOBIERNO NACIONAL: 83% NEGATIVA”

Las cifras, sirven para ilustrar al presidente: la reciente encuesta del CNC, para CM&, entre jóvenes de 15 a 35 años, sobre su pensamiento del Paro Nacional y las manifestaciones desde el 28 de abril: “¿Cómo los hacen sentir los hechos de violencia ocurridos”: inseguros para salir a la calle al 95%. ¿Cuál es el sentimiento que predomina en usted en este momento frente al país? Incertidumbre 32 %; Frustración 21 %; Miedo 4 %; Rabia 14 %; Esperanza 12 % Amor 2 %; Seguridad, 2 %; y Alegría 1 %. ¿Qué siente frente a su futuro económico? Pesimismo: 55 % Optimismo: 44 %. ¿Está de acuerdo con el paro nacional? Sí 81; No 18 %. ¿Cuál es su sentimiento predominante frente al paro nacional? Miedo por la violencia que ha desatado y puede desatar 45 %. Rabia por lo que está sucediendo, 21 %. Frustración porque no ve una salida, 20 %. Optimismo frente a los resultados, 13 % ¿Usted cree que las protestas son necesarias para las democracias? Si 90 % ¿Usted cree que la protesta le ha servido al país? Sí: 70 %, No: 28 % ¿Usted cree que un joven en la calle en este momento está: Inseguro: 95 %. Cree que el resultado del paro va a ser: Positivo, 72 %; Negativo: 21 ¿Usted cree que el paro nacional tiene objetivos claros? Sí, 76 %; No: 21 %; ¿Usted cree que los dirigentes del Paro Nacional representan a los jóvenes?  Sí 65 %; No: 31 %. 

Sobre la imagen del gobierno y las instituciones, la visión de los jóvenes establecida por la encuesta del CNC: “La imagen del gobierno nacional es: 83% negativa. La Procuraduría General de la Nación: Negativa 65 %. La Fiscalía General de la Nación: Negativa 67 %. El Comité del Paro: Positiva 70 %, negativa 27 %. Las Organizaciones sociales. Positiva, 74 %, y negativa 23 %. Las organizaciones indígenas: Positiva 82 %, Negativa: 16 %; las Universidades: Positiva 83 %, Negativa: 16 %. Y la propia visión de Los jóvenes: Positiva 83 %, Negativa: 15 %.

Los hombres y las mujeres jóvenes que conforman el grupo humano más numeroso de Colombia son quienes pueden hacer el cambio: más de 21 millones de personas, una nube de civiles actuando para bien; y otros o para mal, que deben integrarse a la dinámica de la organización y la participación ciudadana. La falta de oportunidades agravada por la pandemia y la pobreza está frenando hoy el potencial positivo de millones de jóvenes, para mal del país. Tres cifras son elocuentes: “El 70% de los desempleados tienen menos de 20 años; el 38% no tiene acceso al bachillerato. La mayoría de la población carcelaria es menor de 24 años”.

A los jóvenes los une la rebeldía, tienen el ideal de vivir en paz; cuando el gobierno los escuche y les ofrezca una oportunidad real, verdadera, la bomba de tiempo que algunos representan se desactivará. No se puede olvidar que ellos originan nuevas familias que requieren de un trabajo para sobrevivir, de un techo donde cobijarse, y que de muchos miles de ellos depende su célula familiar, integrada por esposa, hermanos menores, padres y hasta abuelos.

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