Preguntas de utopía

Por Jeser Santiago Grass.

Para estos días la pandemia del coronavirus habrá derrotado o continuará en su camino de derrotar a la gran mayoría de las sociedades humanas actuales, porque si bien y afortunadamente no tiene la capacidad teórica de extinguirnos o diezmarnos como raza, si ha demostrado que nuestras respuestas desde lo colectivo han sido insuficientes para detener su establecimiento y propagación en nuestras poblaciones y para mitigar con éxito las consecuencias de todo tipo y en todos los niveles que provoca su enfermedad.  La misma Organización Mundial de la Salud ha advertido que lo que está sucediendo es un signo de alerta sobre lo que podría llegar a ocurrir si apareciera una nueva amenaza epidémica con mayor poder de propagación y/o mortalidad.

Lo más lamentable y paradójico es que cuando se analizan nuestras capacidades y las dinámicas que se han instaurado en nuestras sociedades desde la aparición del coronavirus, se encuentra información para pensar que pudimos responder mejor. Quizá, esta sea una señal o motivo para pensar que es el momento de creer profundamente en nosotros como raza y de lo que podemos lograr y mejorar como individuos y colectivos.

La ocurrencia de pandemias no nos es nueva, por primera vez en un siglo (Gripe española) regresa al planeta el fantasma que ha sembrado en repetidas ocasiones millones de muertes, terrores y dolores a lo largo de nuestra historia. Tampoco es la primera vez que nuestras sociedades se desintegran ante su amenaza y su capacidad de hacernos daño en todas nuestras esferas y niveles de organización. Del mismo modo, el paso de las pandemias por las sociedades ha generado casi por regla cambios trascendentales en la estructura y concepción de las mismas. Para claro ejemplo de ello tenemos la relación existente entre la desolación provocada por las pestes a finales de la edad media y el impulso que esto dio para la instauración de la floreciente época del renacimiento.

El triunfo de la Muerte de Bruegel el Viejo, Pieter tomado de Museo del Prado

Justamente desde la revolución intelectual del renacimiento se cimentaron las bases de lo que hoy en día es quizá el mayor de los logros y herramientas intelectuales del hombre: La ciencia, el pensamiento y el método científico. Es innegable la grandeza de los cuantiosos logros e hitos que se han alcanzado con base en la estructura del pensamiento científico, y nuestra sociedad actual es un reflejo del poder y de la capacidad transformadora del conocimiento aplicado, para beneficio o para perjuicio.

¿De qué somos capaces? Hacemos parte de una raza contextualizada de su lugar y del lugar de los elementos de su entorno en el inmenso devenir evolutivo cósmico y biológico, con la capacidad de la exploración espacial, con un nivel cada vez más profundo del conocimiento molecular, químico, atómico y subatómico de la materia y de los fenómenos físicos, con la posibilidad de transmitir información entre extremos del mundo a la velocidad de la luz, con el poder para conocer e intervenir intencional y premeditadamente al código de la vida misma contenido en el ADN o ARN, con un conocimiento de la medicina que avanza a pasos agigantados hacia la llamada medicina personalizada, con la habilidad de construir herramientas cada vez más sofisticadas, eficientes y precisas que realizan labores imposibles desde la perspectiva de los seres biológicos,  estamos enseñando la inteligencia a las máquinas, estamos en los procesos de desarrollo para llegar a obtener energía limpia de la misma manera que la producen las estrellas, contamos con el desarrollo de sistemas cuánticos de procesamiento de la información que están superando los límites de mensurabilidad de nuestra propia mente…

…Nuestra respuesta ante el coronavirus también ha sido sorprendente e histórica desde la perspectiva médica y científica (Una respuesta impensable e imposible hace 100 años). Desde el inicio de la pandemia se logró la secuenciación genética, caracterización e identificación plena del virus causal de la enfermedad , en apenas días se logró el conocimiento básico sobre los mecanismos de contagio y se establecieron las consecuentes medidas individuales y colectivas necesarias para mitigar su transmisión entre las poblaciones (incluso antes de su llegada a los diversos países), y a lo largo de este último año no ha parado de generase conocimiento específico sobre la nueva enfermedad, su evolución, su expresión, sus consecuencias, sus factores de riesgo y sobre los mejores manejos posibles para enfrentarla cada vez mejor.

Aún más, en un tiempo récord se han creado no una, sino varias vacunas de alta eficiencia y perfil de seguridad que ya están siendo producidas, distribuidas y administradas de forma masiva a nivel global. En poco menos de un año hemos alcanzado el poder y capacidad de intervenir el camino de la evolución misma para mermar la expansión y consecuencias de uno de los organismos con mayor capacidad de adaptación natural como son los virus. Hacemos parte de una raza que demuestra que si algo no le hace falta es capacidad de desarrollo intelectual, de ordenamiento y de gestión del conocimiento de sí misma y del universo que le rodea.

Entonces, ¿Por qué en este contexto de derrota social por la pandemia no lo sentimos así? ¿Por qué pareciera que hay un gran abismo entre lo que podemos hacer y lo que estamos haciendo? ¿Por qué desde las sociedades científicas y médicas de todo el mundo se deben hacer constantes y repetidos llamados de atención para que gobernantes y pobladores actúen de maneras más conscientes y responsables? ¿Por qué antes de culpabilizar a China de lo que ha ocurrido, no se tuvieron en cuenta las exitosas medidas iniciales que allí tomaron para detener la expansión de la epidemia, para al menos intentar replicarlas en nuestras poblaciones? ¿Por qué la carrera por la vacuna y la respuesta ante la pandemia se convirtió en fortín y pantalla de las ideologías y carreras políticas?…

Imagen de vleyva en Pixabay

…¿Por qué hemos construido sociedades tan inequitativas que no pueden permitirse una pausa en sus incesantes y desconsideradas dinámicas de consumo y explotación creciente de nuestros limitados recursos? ¿Por qué permitimos que se perdiera la oportunidad histórica de retirar el registro de patente a una vacuna de la que sabíamos que no todos podrían acceder? ¿Por qué convertimos la preparación de los servicios sanitarios en una competencia internacional por recursos en condiciones desiguales? ¿Por qué han surgido gurús y medios de la desinformación y las teorías conspirativas que han conseguido hacer eco incluso en poblaciones aparentemente educadas? ¿Por qué actuamos de formas tan egoístas, incoherentes y desordenadas? ¿Por qué olvidamos que estamos todos juntos en el mismo planeta y ante las mismas amenazas?

Es claro que existe una disrupción entre nuestra capacidad cognitiva e intelectual y lo que hacemos con nuestras decisiones y comportamientos desde lo individual y lo social. Quizá esto se explique desde la forma misma en que nos concebimos y nos ubicamos en nuestro entorno, pues de manera evolutiva mantenemos nuestro enfoque en atender y entender los acontecimientos del exterior y relegamos a un segundo plano el entendimiento y conocimiento de nosotros mismos y de nuestro interior.  No en vano que las llamadas ciencias humanas y sociales sean ubicadas en diversos contextos académicos en un “segundo escalón” del podio de la rigurosidad científica, no en vano que la importancia primordial de la salud mental tienda a subestimarse en individuos y sociedades cada vez más enfermas y trastornadas. Lo más probable es que las respuestas a todas las preguntas anteriores se encuentren en las mentes de todos y cada uno de nosotros esperando a ser descubiertas. Necesitamos comenzar a conocernos a nosotros mismos. 

No hay duda de que la siguiente pandemia encontrará a un mundo mejor preparado desde los aspectos técnicos y científicos para afrontarla y hasta quizá erradicarla, pero ¿Lo encontrará del mismo modo desde nuestro aspecto social y comportamental? ¿Puede imaginarse que pasaría y que podríamos lograr si llegásemos a equiparar nuestra capacidad de respuesta comportamental y de organización social a nuestra capacidad de respuesta intelectual? ¿Nos comportaremos a la altura de nuestra inteligencia y capacidad? ¿Será este el siguiente paso de nuestra evolución? ¿Haremos que esta sea la última victoria de las pandemias? ¿Intentaremos hoy, ser al menos, un poco mejores que ayer? ¿Convertiremos nuestra derrota en un segundo renacimiento?

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