Se aproxima el año nuevo,
en otras latitudes lo llaman
la noche vieja.
Al llegar la media noche del 31 de diciembre,
el repique de las doce campanadas
nos hace erizar la piel,
se anuncia un año que se va,
un año más desterrado del calendario,
lleva consigo: alegrías, nostalgias,
buenas intenciones, metas superadas
otras inconclusas, defunciones de parientes y amigos,
nuevos nacimientos, y un largo listado de cosas terrenales
que solo la historia será testigo
de sus pasos por esta tierra impredecible.
Para recibir el nuevo año, nos preparamos
con vestidos de galas, juegos artificiales,
música carnavalesca, comilona, visitas y licor,
aquel que nos hace olvidar o recordar las huellas
dejadas, ya sean de éxitos conquistados o fracasos vividos.
También surgen las supersticiones:
El uso de la ropa íntima amarilla,
la vuelta a la amanzana del barrio con la maleta de viaje,
la ingesta de las 12 uvas, la mata de sábila detrás de la puerta,
baños de yerbas, el dólar en la billetera,
y muchos más amuletos que invocan para tener suerte.
Con estos fetiches pretenden
emancipar aquellos sueños que la realidad no les brindó,
a quienes les atribuyen un mágico poder
que todo lo podrá solucionar para el año venidero,
tras esos mismos deseos fallidos
así llevan décadas a que se hagan realidad,
es una inspiración sobrenatural que muchos
cultivan por tradición o por oscurantismo.
Lo que debemos, es alejar de nuestras
mentes y corazones: la intolerancia,
la envidia, la avaricia, el odio, el rencor,
la venganza, la injusticia, el dolor, la ira,
y todos estos flagelos que nos azotan cotidianamente,
en su lugar, permitir que fluya la paz,
la armonía, la hermandad y todo aquello
que nutra a nuestro ser de espiritualidad,
sinceridad y amor, que es más útil
y de posible realización para el presente año
y los venideros.
Autor: Luis Carlos Lozano Ospitia
Escritor colombo español
abogadolozano@yahoo.com
Cali Colombia, dic.23/ 2022
Grandioso mensaje de reflexión para las fiestas de fin de año.