
Por: Laila Libbos
Analizo que todos hemos llegado a este mundo para aprender a amar, más no para enamorarnos.
Tengo en mi mente que todas las ilusiones de mi existencia, las siento como prisionera del amor, más allá de los de mi vida entera, pero que esas fueron sepultadas.
A pesar de eso, muy cerca a este sepulcro aumenta mi aflicción, pero igualmente agranda el regocijo, del que surgió de mi boca un melodioso canto, desde entonces le prometí a mi benefactora, la santísima Virgen de Guadalupe, por siempre serle fiel.