En búsqueda del mayor titanosaurio conocido en la Patagonia argentina

AME4181. FORMACIÓN CANDELEROS (ARGENTINA), 08/02/2021.- Fotografía cedida hoy, por José Luis Carballido que muestra a los paleontólogos (i-d) A. Otero, J. Gasca, J. Carballido, K. Gomez, L. Salgado y J. Canudo, junto al que podría ser el fósil del más grande titanosaurio conocido, en Formación Candeleros, Neuquén (Argentina). Hace 100 millones de años, apenas iniciado el Cretácico Superior, la Patagonia argentina era un lugar muy diferente al que hoy conocemos. Salpicada por multitud de ríos, lagos y enormes árboles, esta región sirvió de hogar a los mayores animales que habitaron la Tierra: los titanosaurios. EFE/ José Luis Carballido

Javier Castro Bugarín, Buenos Aires, 9 feb (EFE).- Hace 100 millones de años, apenas iniciado el Cretácico Superior, la Patagonia argentina era un lugar muy diferente al que hoy conocemos. Salpicada por multitud de ríos, lagos y enormes árboles, esta región sirvió de hogar a los mayores animales que habitaron la Tierra: los titanosaurios.

Este grupo de saurópodos, caracterizados por sus largos cuellos y por unas dimensiones de hasta 40 metros de longitud, podría sumar próximamente un nuevo miembro, después de que un grupo de investigadores hallara en Neuquén (oeste de Argentina) los restos del que quizá sea el mayor dinosaurio terrestre conocido.

“Por las medidas que vamos teniendo, se trata de un animal que sería algo más grande que el Pagotitan mayorum, que junto con Argentinosaurus y Puertasaurus ocupa el primer lugar de los dinosaurios más grandes”, explica a Efe José Luis Carballido, uno de los paleontólogos responsables del descubrimiento.

UNA VEINTENA DE VÉRTEBRAS

Los primeros restos de este nuevo ejemplar fueron hallados por Carballido y sus compañeros en 2012, en la formación geológica de Candeleros, como parte de un proyecto de investigación sobre los animales que vivieron la separación continental de África y América del Sur.

En una de sus excavaciones, los científicos se toparon con una veintena de vértebras caudales de titanosaurio, engranadas las unas con las otras de forma natural hasta obtener casi la mitad de la cola del animal.

“En ese preciso momento nos dimos cuenta de que se trataba de un espécimen que no había sido expuesto a corrientes, ni de río ni de mar, sino que fue un animal que murió y que rápidamente quedó sepultado, que es lo que permite que uno encuentre estos huesos con ese grado de articulación”, expone Carballido.

Estudiando en detalle estas vértebras, los paleontólogos apreciaron “diferencias claras” con respecto a otras especies ya conocidas de titanosaurio, por lo que no pudieron asignar estos restos a ningún otro saurópodo conocido hasta el momento.

Y no sólo encontraron vértebras: entre 2015 y 2016, los investigadores volvieron a Candeleros, excavaron más y localizaron nuevas partes del esqueleto de este enorme titanosaurio, llegando a extraer casi toda la parte trasera de la cadera y la espátula al completo.

“Creemos que en el lugar, y por las características del animal, vamos a encontrar fémur, húmero, parte dorsal y parte del cuello”, cuenta el investigador, perteneciente al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (Conicet).

¿UNA NUEVA ESPECIE?

El descubrimiento de más huesos se torna crucial en esta etapa de la investigación, puesto que, con lo visto hasta el momento, ni Carballido ni sus compañeros se atreven a hablar todavía de una “nueva especie” de titanosaurio.

La explicación es muy sencilla: aún hay que establecer los elementos comunes y las diferencias entre este nuevo ejemplar de Neuquén y otras especies de titanosaurio ya nominadas, como es el caso del Pagotitan mayorum -el más grande hasta la fecha-, el Argentinosaurus o el Puertasaurus, todos ellos animales de la Patagonia pertenecientes al mismo linaje.

“Por eso decidimos, por el momento, no darle nombre, esperar y sacar más materiales, y ahí sí establecer un nuevo género y una nueva especie, seguramente más adelante, pero con información más sólida”, asevera el paleontólogo del Conicet.

En línea con esa prudencia, los científicos tampoco aventuran el peso ni el tamaño exacto del nuevo animal, unas estimaciones calculadas en base a unos modelos matemáticos que tienen como referencia el fémur y el húmero, huesos que aún no se encontraron.

Eso sí, con las proyecciones actuales Carballido sostiene que se trataría de un animal “similar” al Argentinosaurus y al Pagotitan mayorum, dos saurópodos que habrían medido entre 35 y 40 metros de longitud y cuyo peso rondaría los 70.000 kilos.

Unas dimensiones que podría incluso superar el nuevo espécimen neuquino, cuyos huesos “indican que sería un 10 o un 15 % más grande que el Pagotitan”, según Carballido, convirtiéndose de este modo en el animal más grande de todos los tiempos.

“Lo que me parece que estamos viendo es que estos animales llegaron al máximo posible, por restricciones fisiológicas, por restricciones propias de la forma del cuerpo, de la alimentación, de los requerimientos (energéticos), de las temperaturas… Más allá de las comparaciones que hacemos, lo que estamos viendo es que están todos más o menos ahí (de tamaño)”, asevera el paleontólogo argentino.

LOS TITANOSAURIOS, UN GRUPO CADA VEZ MÁS ESTUDIADO

Todos estos descubrimientos, publicados a principios de enero en la revista científica Cretaceous Rearch, permiten conocer más detalles acerca del día a día de los titanosaurios, un grupo de dinosaurios gigantes ubicado mayoritariamente en Argentina y cuyo estudio avanzó enormemente en los últimos quince años.

Gracias a las investigaciones en cuencas como la de Candeleros, ahora se sabe, por ejemplo, que estos titanosaurios convivían con saurópodos de menor tamaño, distribuyéndose en “nichos, con animales que se alimentaban bien de abajo, animales que se alimentaban a media altura y este titanosaurio que se alimentaría de las hojas más altas”.

Aunque en esos ecosistemas de ensueño no faltaban los depredadores, como el temible Giganotosaurus carolini, un terópodo de unos 13 metros de longitud que se alimentaba de titanosaurios como el recientemente hallado en Neuquén.

“No nos imaginemos automáticamente a un terópodo cazando a estos gigantes de 70.000 kilos (…). Estos giganotosaurios seguramente se alimentaban de estos titanosaurios gigantes sólo si eran viejos y quedaban relegados de la manada, o si estaban heridos por algún combate, o si eran juveniles que quedaban alejados sin protección”, argumenta Carballido.

Sea o no por protección frente a las amenazas, estos saurópodos vivían y se trasladaban todos juntos, en grupos, para migrar según las estaciones del año, recorriendo áreas muy extensas de territorio para alimentarse.

“Con los requerimientos energéticos que tenían estos animales y la cantidad de comida que necesitaban, no podrían haberse quedado en un lugar, porque básicamente en un año lo destruyen y se quedan sin alimento. Entonces tienen sí o sí que emigrar para darle tiempo al lugar que acaban de dejar para que se recomponga y al año siguiente, cuando vuelvan, volver a tener comida”, expone Carballido.

Con toda esta información, sacada directamente de los estratos de roca cretácica, los científicos pueden hacerse una idea más completa de cómo funcionaban aquellos ecosistemas del pasado y, de este modo, prepararnos mejor ante los cambios medioambientales del futuro.

“Nosotros hacemos analogías del pasado, utilizamos ecosistemas del presente para comprender cómo funcionaban (…). La paleontología nos da una visión más amplia que nos permite entender de una manera mucho más fina y mucho más acabada qué es lo que tenemos hoy día y por qué”, asegura el científico del Conicet.

Todavía restan dos o tres años más de excavaciones para saber si el nuevo ejemplar neuquino es o no el dinosaurio más grande jamás conocido, pero los investigadores ya cumplieron uno de sus objetivos: aportar su granito de arena a la comprensión de los animales más colosales que conoció el planeta. EFE
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