El último reducto del celuloide

Imagen de analogicus en Pixabay

 

Marcel Gascón, Bucarest, 3 jul (EFE).- Hace una década, cuando la tecnología digital empezaba a imponerse y muchos daban por muerto al cine hecho en celuloide, Rodrigo Ruiz-Tarazona decidió emprender la senda que todos abandonaban y apostó por un estudio que siguiera haciendo películas como se hacían antes.

El español creía en el futuro del negativo, el soporte sobre el que se construyó la historia del cine, y en 2013 adquirió CineLabs Rumanía, el último estudio en la Unión Europea capaz aún de hacer películas en celuloide.

“No existe ningún estudio en toda Europa continental que dé servicios plenos como nosotros en toda el área de fotoquímica, desde el rodaje hasta el fin”, dice a Efe Ruiz-Tarazona, que define a su empresa como “el último reducto” del celuloide.

“Eso es lo que nos ha mantenido en los últimos siete años como supervivientes finales, cuando los demás estudios, que sólo se dedicaban a rodajes o a algunos servicios en negativo, han desaparecido”, explica el español.

 

TEXTURA INIGUALABLE
CineLabs proporciona las cámaras y la cinta de celuloide, de la marca Kodak; la revela, la escanea para hacer el montaje y digitalizar la imagen; y ofrece la película completamente terminada a las diferentes plataformas, tanto de televisión como de cine.

Además, esta mezcla de laboratorio y estudio de cine realiza también labores de producción, explica Ruiz-Tarazona, que a sus 52 años es todo un veterano de la industria, en la que llegó a ser director mundial de mercadotecnia de la división de cine de Kodak.

“El ser humano capta la imagen de un negativo con muchísima más calidad que cualquier imagen en cualquier formato digital. La textura del negativo es imposible de igualar, y eso lo saben todos los directores que lo han usado”, cuenta

Uno de ellos es el rumano Cristi Puiu, uno de los cineastas independientes de más prestigio en Europa.

Puiu está considerado el padre de la “Nueva Ola” del cine rumano, que lleva dos décadas sumando premios internacionales.

“En una situación ideal, en la que tuviera a mi disposición presupuesto y libertad absoluta de elección, elegiría celuloide”, explica a Efe el cineasta que en 2005 ganó el premio “Un Certain Regard” de Cannes con su cinta “La muerte del señor Lazarescu”, rodada con CineLabs.

Otras cintas multipremiadas rodadas por Puiu en película de 35 milímetros son Aurora (2010) y Sierranevada (2016).

 

CALIDEZ Y CONCRECIÓN
“Elegiría película por la textura final de la imagen”, dice el director rumano, que señala “la calidez” que transmiten las imágenes rodadas en negativo y alude a la “manualidad” y “concreción” que implica trabajar en este soporte frente a la “abstracción” digital.

Puiu destaca la naturaleza artesanal del negativo, que le impone al cineasta una relación más íntima con su trabajo.

“Cuando se graba con película existe cierta urgencia porque, al contrario que con el digital, que permite hacer las tomas que uno quiera, cada toma de más implica un gasto, lo que obliga a todo el equipo a trabajar con un extra de atención y responsabilidad”, dice.

Estas condiciones de trabajo menos inmediatas y de más riesgo agudizan la capacidad de percepción del cineasta.

 

PELIGRO DE EXTINCIÓN
Aparte de triunfar en festivales de cine de todo el mundo con sus retratos de la Rumanía postcomunista, Puiu ha sido durante años profesor en la escuela de cine de Bucarest.

Ahí ha comprobado que, al implicar mayores costes, la película se utiliza cada vez menos en las prácticas de los estudiantes, lo que provoca que se vayan perdiendo ciertas capacidades sensoriales.

“Antes, el operador de cámara medía la luz en la realidad, porque el material que había filmado lo veía al día siguiente; ahora, en cambio, puede verlo en tiempo real y mide la luz directamente en el monitor”, dice Puiu.

Para el cineasta, el digital trae consigo a menudo “una perversión de la percepción” que no se produce con el formato analógico, que exige máxima “atención a los detalles” y ofrece menos margen de maniobra para rectificar errores de rodaje en el estudio.

Para no perder esas habilidades CineLabs ofrece cada año a decenas de jóvenes cineastas la posibilidad de trabajar con película Kodak en sus estudios.

 

PELÍCULAS ESPAÑOLAS
“En el festival de Cannes en 2016, los proyectos en que trabajamos consiguieron cuatro premios, entre ellos el del director hispano-francés Oliver Laxe con su película “Las Mimosas”, dice a Efe la directora general de CineLabs, Cornelia Popa.

Recuerda además su trabajo con el español Isaki Lacuesta en “Entre dos aguas”, filmado también en 16 milímetros con CineLabs y premiado en 2018 con la Concha de Oro del Festival de San Sebastián.

Otras producciones españolas en las que CineLabs ha participado son “Tarde para la ira”, de Raúl Arévalo, que se llevó el Goya a la mejor película en 2016; o “O que arde”, con la que Laxe ganó “Un Certain Regard” en 2019. EFE
mg/as/cc

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