El cura sin sotana

Invitado a dar algunos aportes y a presentar esta original publicación, El cura sin sotana, he optado en esta forma de echar una mirada a lo allí tratado, Epílogo. Lo hago después de estar empapado de su contenido y conocer la honestidad de quienes lo han escrito, y la intención al narrar anécdotas del vivir de un sencillo y honesto empresario. Una imagen vale más que mil palabras, y, realmente, algo vivido con tino es impactante ejemplo, y “es el mejor maestro”, como se dice en alguna página, de este mismo escrito.

Sea mi primer comentario que no han pretendido Hernán, ni los demás que escriben en este libro, ostentar vanidosamente cualidades o hechos autoelogiosos, sino, con sencillez evangélica. compartir vivencias como regalos de Dios dignos de imitar. aún en el no fácil trajín del mundo empresarial y financiero.

Es el divino Rabí de Galilea quien recomienda modestia en autopresentación al decir que “tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha” (Mt. 6, 3). Pero es Él quien, en otro contexto, con reconocimiento de que cuanto tenemos de bueno lo hemos recibido del cielo (I Cor. 4, 7), invita a no ocultar el bien que se hace, sino que quede como ejemplo para que otros “Vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en los cielos” (Mt- 5, 6). Ese es el ejemplo de la primera discípula de

Jesús, María, su madre santísima, que “proclama la grandeza del Señor”, porque sobre la pequeñez de su esclava “ha hecho en su favor grandes cosas”, y por ello la llamarán bienaventurada (Lc. 1, 46-48).

Gracias a Dios el estilo de curas con sotana, como un Juan María Vianney, en Francia (1786 a 1859), o un Mariano Eusse, en Antioquia (1845 a 1926), son, en general, signo de honestidad, limpieza de costumbres, servicio generoso a pobres y dolientes. De allí, que cuando un laico se distingue por actitud des similares a las de aquellos haya la opinión de que debería, consagrarse sacerdote, y llevar hábito clerical. Sin embargo, gentes de buen sentir no ven extraño que haya laicos con esas -cualidades, y que sean, con toda sencillez y gratitud a Dios, “curas sin sotana”.

Mencionaba a un distinguido abogado el título de este libro, y. pensando en las cualidades de su virtuoso padre, fiel esposo, con gran espíritu de servicio, modesto empresario agrícola, exclamo: “¡ese fue mi papá!”. Es que eso fueron personas como el intelectual francés Federizo Ozanan, el sencillo santo labrador madrileño Isidro, eso los médicos, el italiano José Moscati y el venezolano José Gregorio Hernández; eso, el gran escritor y Presidente de Colombia Marco Fidel Suárez.

En esta original publicación hay anécdotas diversas y significativas reflexiones del laico católico Hernán Polanía Ortiz, que ha obrado con espontánea sencillez, en forma realmente ejemplar. Allí está su recuerdo de convocar sacerdotes con quienes, con manos ampolladas, construyen casa a una pobre mujer; allí el propio Martín sorteando grave actitud de mujer que decide abortar, lo cual felizmente fracasa; allí su aceptación, con nerviosismo y sencillez, de participar en Concurso Empresarial y la manera de recibir el premio para su empresa; allí, tomar la no fácil decisión, asumida con valentía, de dejar el seminario cuando vio que ese no era el llamado del Señor. Son también ejemplares los recuerdos de su visita a la Virgen de Guadalupe, y su compasión ante la niña vendedora de recuerdos; aleccionador el caso de echar reversa en el despido de quien no había recibido esa notificación y proseguía entusiasta rindiendo en la empresa.

Son más de cien páginas que evocan actitudes aleccionadoras que se destacan al final de este verdadero manual de servicio a la humanidad, su principal mensaje. que se ha subrayado a lo largo de estas páginas como muestrario de riqueza de orientaciones, que espontáneamente fueron surgiendo al hablar del protagonista y de personas con quienes se fue relacionando.

No puedo dejar de señalar, complacido, la manera, sin respeto humano, como se habla en este escrito de la fe y confianza en Dios, y cómo se acoge lo religioso que no detiene, sino que enriquece, la labor humana. La mención del ejemplar ambiente de familia y hogar conformado y vivido cristianamente por Martín, su esposa y sus dos hijos, y el ambiente familiar de la empresa, en el que ella participa armoniosamente. Los detalles de oración y de imágenes en el vivir diario de la empresa, los detalles de orden y de gusto en las oficinas, la cultura. amabilidad y respeto de todas las personas, son lecciones que llevan a realizar la gran lección de que estamos para servir porque: “si vivimos sin servir no servimos para vivir”. Bendiga Dios a autores y lectores de estas páginas con quienes comparto mi lema episcopal en consonancia con ellas: “Servicio, Alegría, Esperanza”.

Libardo Ramírez Gómez
Obispo Emérito

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