Por Giovanna Robinson Rangel
Imagino tus inciertos ojos extraviarse en el fondo de los míos, suspiramos, me acaricias, bajas y subes suavemente entre el vaivén de mi cintura, tu cuerpo sudoroso y vencido se acurruca al lado mío.
El viento susurra tu nombre, mis manos en mil pedazos estallan, mi carne miseria al abrir sus alas la noche y resucitar el alba; te deseo como el sol que quema y arde, como tierra, como yuca, como trigo, como pan que nunca será comido; y sueño que tus manos son caricias a solo 12 centímetros de mi vientre y muero con el sabor de una quimera, haciéndote mío en soledad
Y llueve de nuevo, piedras trae el río haciéndose en mis pechos, imaginando esa cosa bella Dios colocó entre tus piernas, gigante verde de mis demencias, y sigo por más de dos horas perdida en el tiempo, escuchando el canto de una alondra que avisa se acaba la noche, entonces abro la puerta, miro la lluvia y salgo volando.
¿Quién eres?, no conozco tu historia, pero sé que eres, el hombre que mi cuerpo desea, tan solo una noche en tu colección de olvidos.
Cartagena Colombia.