Por Tatiana Fandiño | 30/03/2021.
Doughnut Economics Action Lab, es el laboratorio de ideas encargado de llevar a la práctica este nuevo proyecto cofundado por Carlota Sanz Ruiz, economista española, proporcionando herramientas y equipando a todo aquel que quiera poner en práctica este modelo de economía, ya sea un barrio, una ciudad o un país. La “economía la dona” es circular, como el popular dulce de repostería y no es casualidad que las ciudades ricas hayan sido las primeras en abrazar el nuevo modelo económico, también conocida como “economía dónut” o doughnut en inglés.
Al interior se hallan las necesidades primordiales en lo que en el exterior permanecen los parámetros del mundo. Las teorías económicas más ortodoxas se centraron solamente en el valor que genera el mercado y en el papel que juega el estado en provisionar bienestar. Existen más agentes que generan valor y no son tenidos en cuenta, como el de los hogares, el de la economía doméstica tradicionalmente a cargo de las mujeres, pero también el valor que se crea en los comunes, o sea, en los barrios. Y por cierto, esta perspectiva más vasta de lo qué es la economía ha quedado del todo demostrada ahora con la crisis de Covid.
El capitalismo clásico ha dejado unas dinámicas divisivas que centralizan el valor que se crea en una economía en las manos de unos pocos y eso es lo que hace que ahora mismo el 1% más rico de la población mundial acapare el 50% de la riqueza global. Finalmente quedó un sistema donde el aumento tiene una forma de incremento indefinido y exponencial medido por el Producto Interior Bruto. Existen economías que dependen estructuralmente de la expansión, sin importar que se esté traduciendo en una prosperidad real de las personas o que se tenga en cuenta el planeta del que se depende, con recursos limitados. En 2008 quedaron revelados los defectos del sistema económico con la crisis financiera.
Hay que cambiar ese sistema degenerativo a uno que sea regenerativo y circular por diseño, que funcione dentro de los ciclos de la biosfera y el planeta. Se necesita una economía que esté basada en la energía renovable, en la que el principio de mayor relevancia sea que la basura de un proceso se convierte en combustible para el siguiente proceso. La economía, tal y como está diseñada, es dependiente de consumir productos, pues si no se hace, no crece y entonces no funciona. Lo cual plantea la “economía de la dona” es que habría que cambiar el diseño de esa economía hacia una más distributiva y regenerativa.
Se plantea un modelo económico que en lugar de una economía sea dependiente de esa expansión indefinida, sea una donde el progreso sea un equilibrio entre lo que las personas necesitan para satisfacer sus necesidades y mantener sus derechos en el ámbito de los recursos que tiene el mundo. Está implícito en casi todas las alocuciones económicas que el bien es una curva exponencial, creciente, pero ahora se contempla un equilibrio nuevo con una forma distinta. Ámsterdam ha adoptado el modelo de la “economía de la dona” para guiar su recuperación social y económica tras la pandemia de covid-19. A las afueras de la localidad se está creando un inmueble que se acomoda del todo a esta iniciativa. Adoptando diversas medidas se está llevando a que la localidad se convierta, cada vez, más en regenerativa por diseño.
Las empresas pueden participar poniendo en marcha políticas que incluyan esa visión de economía más distributiva, como tener en cuenta a los empleados, conceder unos salarios dignos o implantar prácticas éticas por medio de toda la cadena de producción. Los paneles solares en sitios remotos permiten saciar las necesidades energéticas de bastantes personas.