Por Tatiana Fandiño | 14/04/2021.
La economía dolarizada del país petrolero ya estaba en crisis por los bajos precios del crudo y el alto nivel de endeudamiento cuando estalló el brote de coronavirus, pero con un país profundamente endeudado y con escasos recursos en las arcas fiscales, el presidente electo se hará cargo de un país en bancarrota, un Congreso fragmentado y un fuerte descontento social.
Entre 2010 y 2014 se produjo otro ciclo de bonanza petrolera, pero como no hubo ahorro, esas ganancias se gastaron en la misma medida que entraban los petrodólares al país. En octubre de 2019 miles de personas arribaron a las calles de Quito en forma de protesta cuando el gobierno de Lenín Moreno eliminó los subsidios a los combustibles como plan de ajuste económico. La economía comenzó a rodar cuesta abajo, aumentó aún más el endeudamiento y la pandemia terminó de convertir el estancamiento en una crisis devastadora. A medida que la economía mundial se recupere, las proyecciones de expertos son que a futuro el precio del crudo debería mostrar una tendencia al alza, dándole un respiro a la economía ecuatoriana.
En Ecuador uno de cada cuatro niños menores de 5 años sufre de desnutrición crónica, según la Unicef. El país tiene deflación porque hay muy poco consumo y la gente suele comprar únicamente lo indispensable. Mientras la deuda pública de Ecuador bordea el 63% del Producto Interno Bruto y el déficit fiscal supera el 7%, el país enfrenta el gran reto de financiar un alto nivel de gasto público. «El endeudamiento es enorme para un país como Ecuador que tiene un alto riesgo país, el servicio de la deuda es carísimo y el gasto fiscal es gigantesco», le dice a BBC Mundo, Vicente Albornoz, decano de la Facultad de Economía y Administración de la Universidad de las Américas.
Es una delgada línea por la que el próximo presidente de Ecuador tendrá que caminar para sacar adelante su agenda económica y política y asegurar la gobernabilidad del país, puesto que asumirá el desafío económico sin una mayoría en la Asamblea Legislativa, con un tercio de la población viviendo en la pobreza y cerca de cinco millones de ecuatorianos cobrando menos del salario básico.
