Por Jessica Giraldo Quintero | 19/08/2021.
La encuesta que Ipsos realizó, en el mes de julio de este año, consultó a 19.000 personas en 25 países de Europa, Norteamérica, América Latina, Asia y África.
El 56% sienten que sus sociedades están rotas y el 57% creen que sus países están decayendo. El 71 % perciben que la economía favorece a los ricos y poderosos, mientras que el 68% están convencidos de que a los políticos y a los partidos no les importa la gente.
Los cuatro países con mayores niveles de desencanto están todos en América Latina: Colombia, Perú, Brasil y Chile.
Colombia ocupa el segundo lugar en la lista de países que sienten su sistema fracturado, después de Corea del Sur. El 84% de los colombianos piensan que su economía favorece a los ricos y poderosos.
El 85% cree que a los políticos no les importa la gente. Pero cuando se trata de buscar un líder dispuesto a romper las reglas, Colombia está más cerca a Canadá y Francia, en la mitad de la tabla, defendiendo la tradición institucional y la legalidad. Esto hace que de cierta manera se presente una estabilidad constitucional en el país, a diferencia de los caudillismos que han gobernado el resto de Latinoamérica.
Algunas de las causas por las cuales las sociedades se sienten fracturadas son:
Crisis democrática; se presenta una gran incapacidad para resolver problemas y expectativas de los ciudadanos, sobretodo en la clase media.
Crisis de liderazgo; las personas no creen en sus gobernantes, además los rechaza. Los escándalos de corrupción, intereses personales y de clientelismo, han deslegitimado la política.
Crisis de confianza; la gente cree poco en sus instituciones y en sus líderes creando una crisis de institucionalidad.
Crisis de información; pues las redes han exacerbado sentimientos de rabia e indignación que ha dividido más las sociedades y generado desconfianza.
Colombia es un país que requiere tener razones para creer en sus dirigentes e instituciones, pero cada vez es más complejo dadas las circunstancias.
La injusticia y desigualdad lamentablemente se han convertido en el pan de cada día, pero, sobre todo, la impunidad se ha encargado de deteriorar las posibilidades de reestablecer la confianza de los colombianos en un sistema político y judicial que se encarga de reafirmar el imaginario creado alrededor de una cultura que cada vez celebra más la evasión de la ley, dando un carácter de “virtud” a la capacidad de crear estratagemas para salir “victorioso” sin recibir un castigo.