Berlín: la conquista de más espacio urbano para la bicicleta en la era COVID

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Gemma Casadevall, Berlín, (EFE).- Activistas medioambientales y autoridades de Berlín batallan por conquistar más espacio urbano para la bicicleta, ante el auge de este medio de transporte en tiempos del coronavirus y frente al intento de la ultraderecha por frenarlo.

La capital y ciudad-estado alemana se contaba ya entre las mejor preparadas de Europa para el pedaleo, sea para pasear, hacer deporte o ir al trabajo, con 650 kilómetros de carriles señalizados repartidos por una ciudad mayoritariamente llana y donde los atascos son la excepción.

“Se ha producido un fuerte incremento de usuarios en los últimos meses. No es un mito, son cifras verificables”, afirma a Efe René Filippek, del Club Alemán de la Bicicleta (ADFC), el mayor de este ámbito del país.

Hace un año, el número de usuarios de la bicicleta en Berlín era de 1,8 millones -en una ciudad con 3,7 millones de habitantes-. Ahora son 2,2 millones, según datos de su Senado, el nombre por el que se conoce al gobierno regional, lo que supone un crecimiento del 26,5 %.

A medio camino entre el lobby y el activismo, la ADFC asesora a las autoridades berlinesas para el diseño de los llamados “Pop up” o carriles temporales concebidos para situaciones puntuales, como la generada por la pandemia.

Son carriles amplificados -“en atención a la norma del distanciamiento físico”, explica Filippek-, trazados en calles de mayor tráfico o peligrosidad vial. Más de 25 kilómetros ha incorporado el Senado berlinés -un tripartito entre socialdemócratas, verdes y La Izquierda- en los últimos meses a la red de carriles berlinesa.

Es el proyecto estrella de la responsable de Transportes del gobierno, Regine Günther, de los Verdes, sobre propuestas de ADFC. El más vistoso de estos carriles temporales es el que ha trazado en la Friedrichstrasse, corazón comercial del barrio de Mitte, donde de pronto la circulación ante comercios de lujo, grandes superficies y terrazas ha quedado restringida a la bicicleta.

 

DE LA ACCIÓN SIMBÓLICA AL CARRIL

“Nosotros les marcamos el camino”, sostiene Marion Tiemann, de Greenpeace, impulsora de la campaña desarrollada desde el inicio de la pandemia en más de 30 ciudades, consistente en “montar” sus propios carriles ahí donde no los había.

“Nuestro propósito era impedir que la pandemia contagiase al tráfico urbano. Que el ciudadano volviera al auto, por miedo al contagio en el metro y temeroso de la vulnerabilidad a la que sigue expuesto sobre la bicicleta”, prosigue la activista medioambiental.

Greenpeace ha venido desplegando sus propios carriles de bicicleta, pintados de madrugada sobre la calzada, a veces reforzados con pilones en sus márgenes. “Son acciones puntuales, como suelen serlo las de Greenpeace. Desplegamos los carriles por un día, por la noche los desmontamos de nuevo”, aclara Tiemann.

Otros activistas, como los de Changing Cities, articulan campañas para liberar espacios urbanos absorbidos por el tráfico motorizado. “Somos una organización creativa, una plataforma a favor de la movilidad ecológica y sana”, explica Ranghild Soerensen, miembro de esa ONG.

La sede berlinesa de ADFC está en el distrito gubernamental, en directa vecindad con el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales y a unas manzanas de la Friedrichstrasse. Changing Cities es un local de dimensiones modestas, pero en el barrio de la modernidad berlinesa, Prenzlauerberg.

“La pandemia ha reforzado nuestros argumentos”, prosigue Soerensen, mientras sus tres colegas de oficina tratan de reorganizarse y volver al ámbito de lo presencial, tras meses de teletrabajo.

La convivencia entre los ciclistas y el resto de la ciudadanía en movimiento no era fácil ya antes del auge surgido de la pandemia. Los transeúntes sienten a menudo invadidas sus aceras por la bicicleta. La idea, sin embargo, es que el espacio a “reconquistar” no vaya en detrimento suyo.

“Si hay más bicicletas por ahí, circulando incluso por encima de la acera, por supuesto que puede implicar estrecheces. La idea de ganar espacio no puede ir en detrimento del transeúnte, sino del automóvil”, sostiene Soerensen.

 

DE PRONTO, LA ULTRADERECHA

Más compleja aún es la convivencia entre ciclistas y automovilistas. A favor de los intereses de éstos últimos se posicionó la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), tercera fuerza a escala nacional, que recurrió ante los tribunales el trazado de los tramos “pop up”.

Su argumento es que no pueden amplificarse carriles de forma aleatoria, sin demostrar previamente que hay un peligro específico para el usuario de la bicicleta, ya que ello atenta contra los intereses del conjunto de la ciudadanía.

El tribunal administrativo de Berlín respondió, en primera instancia, a favor del demandante. El departamento de Transportes presentó recurso, indicó a Efe su portavoz, Jan Thomsen.

“Se trata de una resolución en respuesta a una demanda presentada por la vía de urgencia y que no afecta solo a los carriles temporales, sino también a las zonas de velocidad limitada a 30 kms. por hora”, explicó Thomsen.

Tanto el Senado como el activismo por-bicicleta ven improbable que esa primera decisión judicial caiga en la segunda instancia.

“Soy un poco optimista. No creo que la sentencia se vea confirmada, porque eso supondría, en toda Alemania, grandes dificultades para trazar nuevos carriles para la bicicleta. Es impensable, sería un horror”, afirma Soerensen.

Mientras la justicia decide y el activismo afina estrategias, al ciudadano berlinés, de a pie, a pedales o en cualquier otro vehículo no motorizado le queda como gran espacio para la convivencia, sin estrecheces, las 300 hectáreas del viejo aeropuerto de Tempelhof, fuera de servicio desde 2008.

Patinar, ir en bicicleta, soltar al perro, levantar una cometa o tomarse una cerveza sobre la hierba: casi cualquier actividad al aire libre es posible en el aeródromo abandonado, en pleno casco urbano.

Tempelhof ya fue un refugio para el ciudadano en los momentos más álgidos de la pandemia. En Alemania no se confinó en ningún momento a la población, sino que siempre se permitió el ejercicio individual al aire libre. Meses después, prácticamente restablecida la actividad pública, sus pistas siguen siendo un regalo para el ciudadano ansioso de amplitud. EFE
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