Por Maria Alejandra Tangarife Toro | 27/04/2021.
Al googlear “rodajes con animales” se abre todo un mercado persa, pues los primeros resultados que se arrojan son sitios web que se promueven como agencias de animales “actores” para cine y publicidad. Muchas de las empresas que se dedican a buscar, adiestrar y alquilar –aunque suene utilitarista– los animales están localizadas en España y Estados Unidos.
Desde los inicios de uno de los géneros cinematográficos iniciales como el Western (o películas del Oeste), se han usado caballos para las películas. Incluso, durante uno de los precedentes del desarrollo de las imágenes en movimiento, el protagonista fue un caballo, cuando Edward Muybridge tomó varias fotografías para estudiar el galope de un caballo.
A partir de ahí, perros, simios, aves y otros tipos de especies han sido anexos a las historias e incluso han protagonizado algunos filmes. La industria del entretenimiento ha combinado el mundo humano y animal para presentar historias que cautiven el público.
Ahora bien, lo que resulta preocupante es que no hay un código o ley que ampare este ejercicio dentro del cine. En los grandes estudios de producción, como Hollywood, Disney o Warner Bros se graba un gran volumen de las películas que incluyen animales en ellas; por ejemplo, Piratas del Caribe, El Hobbit, 101 Dálmatas y todas las películas infantiles de Air Bud, el perro deportista, entre muchas otras.
Por su parte, American Humane es una organización que durante 80 años ha liderado el programa No Animals Were Harmed, que se dedica a certificar la seguridad y bienestar de los animales en los sets de grabación. En su sitio web afirman que “los animales actores son una parte querida de la cultura estadounidense”, lo que se traduce en la gran cantidad de producciones de las cuales apenas se nombraron ejemplos anteriormente.
Sin embargo, han existido denuncias de otras organizaciones protectoras de animales como PETA, quienes aseguran que las certificaciones que entrega No Animals Were Harmed a los filmes están amañados y no siempre hay prácticas sanas en estas.
Si bien es en Estados Unidos donde prolifera el uso de animales para grabaciones de cine, otros ámbitos audiovisuales como la publicidad en todos los países requieren de un marco legal que ampare el bienestar de los animales. Además, en muchos de los sitios web de las empresas dedicadas al adiestramiento de animales para producciones audiovisuales ni siquiera existe un espacio dedicado a comunicar las leyes bajo las que realizan dicho trabajo; porque no existen.
La industria cinematográfica trabaja bajo cronogramas y presupuestos muchas veces apretados y esto repercute en los animales. Ningún adiestramiento termina por vencer del todo las probabilidades de estresar a los animales y finalmente, quienes se lucran de esto, son los seres humanos. Otros recursos como la animación y modelación 3D ha permitido disminuir en los últimos años la cantidad de animales para actuación y, además, expande los horizontes creativos.
Los animales no deciden ser actores, por eso, ese uso –o abuso– de los animales se debería evitar o replantear en la industria del cine a nivel mundial.