¿QUÉ LE CELEBRA EL MUNDO A LOS ARQUITECTOS?

Por Rafael Chavarro.
Los arquitectos nos encontramos en medio de un mundo que espera ser interpretado.

Y todos suponemos que debe serlo, para que la vida se resuelva con disfrute, con economía, con sensibilidad y con los respetos que la naturaleza, la polis social y el futuro incierto esperan.

Pedagogía, poesía, ciencia, arte e incluso la utopía son apenas parte de los recursos con que intentamos tan complejo reto.

En general, nuestro delicado y complejo intento, se reduce siempre y en cada caso a una gran pregunta.

Y cada instante, y a cada rato, frente a cada necesidad de albergue, de convivencia humana o de funcionalidad, intentamos desesperadamente actuar como profetas y encontrar las respuestas.

Tan solo somos eso. O quizás todo eso somos los arquitectos.

Polemistas esenciales, comprometidos y apasionados.

Nuestras horas, nuestros esfuerzos y nuestras más vitales cavilaciones nos mantienen cautivos de prisiones conceptuales que pueden ser hermosas o terribles. Que pueden en todo caso, definir unas vidas.

Y esos encargos que con gran ansiedad nos concede una familia, agobia nuestras horas con cuestiones trascendentales y difíciles.

Cómo unos muros acogedores y nuestros, pueden convertir un alarido en una dulce tonada de reconciliación.

Cómo lograr que en un rincón preciso, los colores naturales no sean desvirtuados por un vidrio.

Cómo estar seguros de que un ladrillo desnudo y crudo, nos revele los tonos del sosiego.

De qué manera conseguir que una escalera amenazante, pueda ser tan solo el amable y seguro juguete para un niño.

Y en síntesis de todo, intentar contra todas las posibilidades que el espejo luminoso en el rincón más oscuro de un bañito pobre y periférico, pueda revelar los secretos de la belleza en el rostro ansioso de una esposa triste que espera la llegada tardía de su hombre, con una frase tierna y compañera…y tal vez una rosa.

No es menester que el mundo nos celebre nada. Nos debemos nosotros al deber y al cometido irrenunciable de celebrar la vida, haciendo que sea bella y que discurra.

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