Magdalena Tsanis, Madrid, 25 ago (EFE).- Una trama cerebral y enrevesada en la que la linealidad temporal salta definitivamente por los aires, un ritmo trepidante y espectacularidad en cada secuencia convierten la nueva película de Christopher Nolan en un potente artefacto cinematográfico que aturdirá y deleitará a sus seguidores por igual.
En “Tenet”, su undécimo largometraje, que llega mañana a las salas de cine tras varios aplazamientos, el director británico vuelve a demostrar que lo lúdico no está reñido con lo conceptual.
La idea central no es nueva, la relatividad temporal y los flujos narrativos inversos están presentes de uno u otro modo en otras de sus películas, como “Memento”, “Inception” o “Interstellar”.
Tal vez un espectador curtido en física cuántica pueda certificar hasta qué punto encajan las ideas que lanza Nolan sobre universos paralelos, tiempo invertido, entropías y algoritmos, pero finalmente eso tampoco importa tanto, pues todo está al servicio del espectáculo. Es importante tener esto claro para disfrutar plenamente de la experiencia cinematográfica.
John David Washington (“BlacKkKlansman”) es el protagonista de esta historia de espías con trasfondo apocalíptico. Como un James Bond un tanto taciturno y menos seductor y con la ayuda de Robert Pattinson recorrerá el mundo con el fin de detener la hecatombe, sólo que para ello tendrá que viajar en el tiempo.
“Tenet” es la palabra clave que le abrirá puertas, y como palíndromo, es también un símbolo de esa idea central del filme, la posibilidad de recorrer el tiempo de adelante hacia atrás y viceversa.
Los otros dos personajes clave son los que interpretan Kenneth Brannagh, un traficante de armas en el lado oscuro de la ecuación, y su esposa, una lánguida marchante de arte sometida por el tirano, que cobra vida gracias a Elizabeth Debicki, la próxima Lady Di de “The Crown”.
El desarrollo de personajes queda en un segundo plano ante la despampanante peripecia argumental, si acaso todos ellos podrían parecer lastrados por un pesimismo existencial que también es marca de la casa.
Pero la acción trepidante y el espectáculo están garantizados desde la escena de apertura, los prolegómenos de un concierto en la ópera de Kiev, con el público aún tomando asiento y los músicos afinando, que funciona como espejo de la propia sala de cine, sólo que en la pantalla sucede algo inesperado que obliga al espectador a abrir bien los ojos y empezar a hacerse preguntas.
El ejercicio imaginativo es extraordinario y ofrece un aliciente añadido al puro cine de entretenimiento. Nolan reta al espectador, le invita a cuestionarse sus certezas y a mirar la realidad de un modo diferente.
Eso sí, sus detractores podrán seguir acusándole de grandilocuente y efectista, de saturar al espectador con información o de ser demasiado cerebral y poco emocional -cuando lo intenta, especialmente a través del personaje de Debicki, no resulta muy convincente-.
La industria del cine tiene poderosas razones para haber depositado en Nolan sus esperanzas de revitalizar la taquilla en estos tiempos de incertidumbre y salas vacías.
“Tenet” iba estrenarse inicialmente el 12 de julio pasado y ha sufrido dos aplazamientos, pero finalmente llega mañana a más de 30 países por el empeño del propio cineasta y de su distribuidora Warner, que confían en abrir camino a otras superproducciones.
Su anterior película, “Dunkerque”, superó los 526 millones de dólares de recaudación y el récord lo tiene con la tercera entrega de Batman, “The Dark Knight Rises” (2012) que alcanzó los 1.081 millones en todo el mundo. EFE
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